Dedos de leñador (Días de 2019), José Ángel Cilleruelo
El Diario empieza como si no hubiera un plan previo, pero poco a poco el
autor lo va delimitando, contra la velocidad/ parsimonia -se dice-, el día 3
también habla contra la impaciencia, el día 4 lo que analizábamos en una
tertulia sobre épocas clásicas frente a las épocas de ahora, porque las épocas
clásicas, dice Cilleruelo, son más polisémicas. Afinamos ese día y quizá
quedamos en que la polisemia se refería a que las épocas clásicas abrían más el
significado y, en ese sentido, se prestaban a que hubiera más ambigüedad, más
misterio, en esa línea me encuentro en la página 119 que prefiere la lírica
tradicional de la poesía china o las jarchas mozárabes, que esa brevedad propia
de esta poesía -dice- no era reductiva sino capaz de ampliarse hacia el infinito,
aquí encuentro esa explicación también, las jarchas con ser breves su
significación es intensísima (polisémicas) porque, precisamente, como no
dicen, dicen no diciendo.
Es bonito cuando cuenta cómo va por las casetas el día antes de Reyes. Por
los mercadillos, los encantes, a ser posible temprano, cuando se vacían todos
los objetos heredados de alguien y que otro alguien ha vendido por-junto.
Ya ahí mismo en la entrada se pregunta el día 6, si iba a ser el diario de
un ciudadano o de un escritor, queriendo como digo, acotar el diario.
Me gustan también las entradas donde hace alusión a las clases, a sus
intentos, a sus logros, porque en ellos me veo reflejada. Cuando hace alusión a
ciertos autores, Eugenio Andrade, García Baena, Jesús Aguado o José Carlos Cataño
y sus experiencias con ellos.
Desde luego el diario se va a centrar en lo que José Ángel Cilleruelo
pretende, ser testigo de la época y ser también un cantor de la vida cotidiana,
pero no un cantor de la época ¡ojo! "No soy un hombre de mi época" dice
a propósito de su uso del móvil o "soy un convencido crítico del
momento", los tonos, chirridos y confrontamientos de época nos asaltan en
cada apunte, aunque muchas veces el autor se autocorrige sobre su impresión,
así en la visita que hace a una exposición fotográfica de Learoyd; exposiciones
de fotografías, presentaciones de libros, lecturas poéticas, charlas con
escritores, creo que la pregunta del autor de si iba a ser un Diario de un
ciudadano o de un escritor está resuelta: el de un ciudadano-escritor.
Le mueve la idea de los 100 días, las 100 páginas, los 100 ejemplares, que
aunque simplemente sea una idea como cogida al juego, va conformando el
itinerario del diario hacia esa página 100 que es donde define esos cien textos
y un texto de su blog que habla de la serie de las becquerianas y repite, que
esa serie pretendía devolverle el significado a la vida cotidiana, la vida
menuda, elevar esa vida cotidiana a extraordinaria, a través del amor a esas
pequeñas cosas, dos páginas más adelante, en la 103, se le vuelve a ver el
desencanto: ese poeta que debe cada vez más, convertirse en un hombre orquesta,
escribe, maqueta imprime, incluso, compra su libro, desengaño que aparecerá
también reiteradas veces como cuando comenta que des cree del género memorialista
que, precisamente, es lo que está escribiendo él.
Hay que sonreír con las anécdotas que cuenta sobre el buzón cerca de su
casa o sobre las peripecias con el correo. Y sonreír también con los paseos que
el autor hace con su madre, compartiendo con nosotros un toque más afectivo.
Dedos de leñador, acaba defendiendo lo biográfico en el arte y el cuidado
en el lenguaje personal que se utiliza.
Algo con lo que coincido plenamente con J. Ángel Cilleruelo. La voz del
autor y su hilo de vida en un tono personal que sea un descubrimiento. Ver con
una mirada personal lo que nos acompaña sin -tantas veces- ser visto.
Una lupa de aumento. Una suerte de lectura.
[Facebook 20 de junio de 2021] * Fotografía: Ana María Reviriego