El
círculo quebrado
Edith traza un círculo
con tiza dando una vuelta alrededor de sí misma, en cuclillas. Tras erguirse da
un salto como si la línea fuera un obstáculo y se va corriendo calle arriba.
[1]
En ocasiones fuera es
también dentro. Si tumbados por ver nubes en la hierba acaricia tu mano mi
brazo, en la arboleda se abre el rectángulo de una ventana.
[2]
A veces se pondría una
detrás del tiempo a empujarlo para que se diera prisa en irse. En irse y no
volver. En no volver y añorarlo.
[3]
De quién será la mano que
temblorosa y pálida acaricia el lomo del mar mientras resuella sobre la arena
oscura.
[4]
Me he sentado en la
terraza de una tumultuosa cafetería a leer lo que me has escrito. Y en ese
momento se ha callado todo el mundo como por arte de magia.
[5]
Cambio la ropa del
armario. Guardo los vestidos de verano y en su lugar coloco las rebecas de
lana. Le escribo al otoño.
[6]
Cada día paso junto a un
jardín por contemplar las flores que nunca cruzan la verja; yo, que nunca he
entrado.
[7]
Acaricio la corteza,
rescato alguna hoja antes de que se seque y también les hablo en voz baja. Pero
sobre todo escucho lo que los árboles me cuentan.
[8]
No es cierto que el mar
se vista siempre del mismo color. Con frecuencia luce un jersey de cuello alto
a franjas, unas más claras, otras más oscuras. Con delicadeza combinadas.
[9]
A veces pienso que los
insectos existen para matar el aburrimiento.
Al verlos volar o cuando van de un lugar a otro intento dar con su
lógica. Y se me hace tarde.
[10]
Junto a la piedra
desanudo el pañuelo del atardecer y lo extiendo para sentarme y contemplar cómo
se acerca.
[11]
Cuando se seca la sal
sobre la madera se forman costras en la quilla que ha quedado al descubierto,
varada sobre la mesa.
[12]
Medias, faldas, calcetines
empapados y el pie que chapotea dentro del zapato nada más entrar en la sala
donde me espera. Agua hasta las rodillas.
[13]
Caigo en la cuenta de que
no pueden ser todos tan ciegos, acaso la rara sea yo por quedarme entre sus
empujones impávida ante el amenazado cielo de la tarde.
[14]
Sé pensar en lo que no
existe mientras pienso en lo que está y siento lo que se ha de sentir frente a
la fragilidad.
[15]
De niña me fijé en la
mujer de un marinero cuando echó la pesca en un cesto que iba chorreando
mientras caminaba. Aún sigo pensando, cuando llueve, que las nubes están
trenzadas con mimbre.
[16]
Un día, cuando todo —la
arena, las olas, la barca y el pescador— esté a punto de desaparecer, habré
sido la última en verlo.
[17]
Nadie se acerca en días
de invierno al lago, que parece la obra de un pintor impresionista con el
cabello alborotado. Una sala en la
galería que el servicio de limpieza puede saltarse.
[18]
En la naturaleza de los
sillares del puente está la quietud y en la del río la fugacidad. ¿Cómo
comprender las piedras que huyen y estancada el agua que brota?
[19]
En la vitrina admiro un
pájaro en vuelo, una ardilla al saltar y una musaraña que reza mientras el
taxidermista enciende la pipa con cierta torpeza.
[20]
Cuando veía a mi abuelo
cubrir con arpilleras el pajar vigilaba desde la ventana que nadie en el cielo
volcara el candil si tropezaba con una estrella.
[21]
Frente a una cerveza se
ha sentado el sol del atardecer en la terraza del chiringuito. Y quien queda
aún en la playa es porque tarda en vestirse. Hace apenas unas horas todo era
llegar y desnudarse.
[22]
A deshora la grave
campana divulga su pausado lamento. En el cementerio los cipreses se yerguen.
[23]
La niebla sube las
montañas al revés, descendiéndolas.
[24]
En los cielos despejados
a veces se queda rezagada una nube. Se la ve desorientada, sin saber qué ruta
tomar. Dan ganas de darle conversación.
[25]
«El amor me ha
acompañado», esas fueron las últimas palabras que dijo la mujer que vivía sola
a las afueras, viuda desde la guerra.
[26]
Cuando ya no queden
palabras, ¿habrá mundo?
[27]
Ha construido una cabaña
y bebe agua del arroyo. Cada mañana se sienta en la encrucijada a pensar qué
camino tomar. Por la noche se promete que no pasará otro día sin que lo decida.
[28]
Hay lugares con apnea. Intranquiliza su resuello,
desasosiega su enfermedad.
[29]
El camino de regreso
debería ser también un camino de ida.
[30]
Un paño de terciopelo
negro y en el centro, el brillo de la sortija. Si colocársela en el anular o
cerrarlo con un nudo. Por más que se intente, las dos acciones no son
compatibles.
[31]
Cuando una mariposa
revolotea entre las matas, sobre el paisaje poco antes tan ensalzado cae el
telón.
[32]
Ella, de arcilla fluvial;
él, de agreste roca. Como si en una partida reina de negras y rey de blancas
empezaran alineadas en el mismo costado.
[33]
La noche es una voz de
mujer que canta cuando el tartamudeo del telégrafo en la oficina de correos ha
cesado.
[34]
En otoño hace los
castillos de arena el viento. Solo para seguir derribándolos.
[35]
Las ventanas del edificio
hace tiempo abandonado parece que aún miren, pero sean incapaces de ver.
[36]
Unos se empeñan en que
vea lo que hay; otros, es verdad que son los menos, que cuando mire descubra lo
que ocurrió. ¿Por qué nadie me oye cuando pregunto qué va a pasarnos?
[37]
No recuerdo lo que pensé
entonces, pero sí dónde.
[38]
Cada día me siento un
rato al atardecer, junto a la ventana que da a poniente, por ver pasar al
vagabundo que abandona el pueblo para no volver más.
[39]
Algunos pájaros cantan,
pero otros parece que se lamenten. Unos siempre contentos, otros continuamente
amargados. Empiezo a entender el enigma del ave con dos cabezas.
[40]
También en el exótico
lugar que visito por primera vez encuentro mis querencias cotidianas: piedras,
flores, nubes.
[41]
Aunque no haya llegado la
nieve ni el viento, hay quien se viste con gruesa lana, como si el amor se
pudiera guardar para el invierno.
[42]
Rejas en las ventanas y
cortinas de terciopelo. Alambre de espino sobre la tapia del jardín. Doble
candado en las puertas. Espera la Felicidad; que llega, pero no logra pasar.
[43]
Abre la puerta de la
jaula para cambiar la cazoleta del alpiste, y cuando el pájaro sale volando,
entra.
[44]
Pasos tras mis pasos en
la calleja solitaria. Si me detengo, se detienen. Si continúo, me siguen.
¿Nunca dejaré de perseguirme a mí misma?
[45]
Cada atardecer, el
caballo sudoroso, por la ladera desciende un mensajero que ha de llamar a las
puertas del vecindario antes de partir sin que nadie pueda asegurar quién le ha
abierto y quién no.
[46]
Al amanecer, a lo lejos,
una figura se detiene y se encorva a cada paso. Recoge cuanto devuelve el mar a
la arena.
[47]
Una princesa ojerosa y un
caballero recién afeitado. Cómo sigue emocionando esta vieja, estúpida,
historia de dragones.
[48]
Nos gusta contemplar el
castillo erguido en lo alto de la duna. Grano a grano, el viento lo deshace y
aun así lo exaltamos.
[49]
Acodado en la mesa de
mármol, la mano alrededor del vaso y los ojos perdidos en los espejos del café,
pronuncia el destino sus sabias disposiciones, pero ninguno de los presentes
logra entender su balbuceo.
[50]
En el andén, de
madrugada, cuando ya no pasa ninguna línea ferroviaria, bajo la marquesina se
sienta, de vez en cuando, con la mirada perdida, un ángel con rostro de mujer.
[51]
Después de indagar entre
los vecinos sin que ninguno supiera darme señas, encaré al árbol de la plaza y
le dije: «solo tú lo comprendes».
[52]
Hay un momento en el que
me doy cuenta de que he tomado el callejón equivocado y me resultan siniestras
las sombras que veo delante. Y no soy capaz de darme la vuelta.
[53]
La mañana me da a elegir
entre un cuenco de arándanos silvestres o una rosa roja recién cortada.
[54]
La felicidad… ¿no es lo
que queda al otro lado de lo que se ve cuando cae al suelo la moneda que se
había lanzado al aire?
[55]
La belleza… ¿no es la
flor que se había dejado en el jarrón de vidrio con agua clara hace unos días?
[56]
Las ventanas del cuarto
que da al norte, ¿contarán lo mismo que nosotras, cuyas hojas abren hacia el
oeste?
[57]
Las dos hermanas juntas,
calle arriba; con la cesta en el brazo, una; la otra con el pañuelo de encaje
apretado en un puño. Si un día se separan no quedará ninguna.
[58]
Ayer encontré un libro
del que no había tenido ninguna noticia. Y desde que lo abrí no he podido
despegar sus páginas de mis ojos. Creí que era lo que el remitente desconocido
me diría en la carta que, tras abrirla, resultó haberme llegado con las señas erradas.
[59]
Al principio ni me di
cuenta de que existía. Cuando descubrí sus ojos mirándome supe que había
empezado a existir… yo.
[60]
La vida parece un vagón
de ferrocarril detenido en mitad de un túnel.
[61]
El pianista del Hades
ordena las partituras que habrá olvidado en casa cuando salga a tocar.
[62]
Nunca he podido sentirme
sola en la soledad del lago.
[63]
En días de cielo gris de
repente vuelvo a mirar hacia lo alto y brilla un azul diáfano. Entonces bajo la
vista con la esperanza de encontrar por el suelo caído algún cachito de nube.
[64]
Te sientas sobre un
tronco caído, dejas el hatillo entre la hierba, te descalzas, con un pañuelo te
limpias el sudor. El no detenerte nunca también a ti te cansa, Tiempo.
[65]
Un tapete de apuestas en
el que todas las celdas tienen el mismo número y el mismo color, idéntico al
que se lee en todas las casillas de la ruleta. Y aun así, saber que se juega
para perder.
[66]
¿Por qué usas coturnos si
la sombra es capaz de doblarte la altura? Basta caminar en la dirección
adecuada.
[67]
Cuando al alzar la vista
solo se contempla un techo con humedades, las estrellas que palpitan en el
cielo son simples moscas que vuelan.
[68]
Se han besado. Luego ella
mira al cielo, él al final de la calle.
[69]
En el dobladillo de mi
vestido guardo lo que me dijo y no comprendí. Cuando crezca y tenga que
deshacerlo caerá al suelo y lo habré olvidado.
[70]
Un zapato perdido junto
al buzón de correos. Quien reciba la pareja, ¿sabrá encontrar este?
[71]
La mentira solo debería
ser una verdad para quien la cuenta. Solo para quien la cuenta.
[72]
El arte de devolver el
cambio que se está quedado.
[73]
Lo que nace para
desaparecer perdura en las canciones.
[74]
La única posesión del
aforista es la brevedad; escribir un libro será empobrecerse de riqueza.
[75]
Los mansos sueñan en la
dehesa con el trapo rojo que los rete. Para los toros bravos es una pesadilla.
[76]
Del pozo el cubo sale
casi tan vacío como había bajado. El poso de agua turbia en el fondo, un
aforismo.
[77]
A veces le hago preguntas
al atardecer. No a la bata blanca de quien me atiende, sino al arrebol que se
mira en las ventanas. ¿Un día más?, le susurro. Si me curo de la noche,
responde, regresaré mañana.
[78]
Unos minutos antes los
coristas tosen, renquean, hacen gorgoritos. Luego, hieráticos, repasan en
silencio las notas del salmo mientras esperan que el director golpee el atril
con la batuta.
[79]
Alrededor de la mesa
aguardan los comensales para convertirse en los platos que un desconocido,
quien jamás se sienta con ellos, ha preparado.
[80]
A veces, frente al
espejo, me pregunto si me habré vestido así para mi funeral. Y es el tiempo
quien acude a desmentirme. No sé por qué lo tratamos tan mal.
[81]
Una playa solitaria bajo
la luna. Veo cómo corre a avisar a familiares, amigos, conocidos, vecinos,
colegas, seguidores, gente de la calle para que vengan a verla y admirarla.
Solo así sentirá la verdadera soledad. Bajo la luna.
[82]
Estás en las nubes, me
decían de pequeña. Y no sé por qué nunca me pareció una mala idea.
[83]
Hay quien desmonta la
quilla de la barca con la que naufragó para encender un fuego sobre la nieve
que cubre la isla desierta.
[84]
El humo de una hoguera en una isla distante basta como
señal para cerrar las contraventanas y avivar las llamas en la chimenea.
[85]
La nieve bajo las plantas
de los pies descalzos no hiela. Quema.
[86]
Los días despejados me
pregunto quién no ha dejado salir a pasear por las cimas a las nubes.
[87]
Las noches de invierno
quisiera pasearme por las galerías del museo repartiendo mantas de lana entre
las estatuas que están con el torso y los brazos al aire.
[88]
Una rosa, que he colocado
en un pequeño jarrón de vidrio junto a mi almohada, ha dormido conmigo. O
quizá, yo con ella.
[89]
Unas notas de guitarra
rasgadas con impericia que huyen por una ventana abierta me detienen en mitad
de la calzada. La música empieza a darle sentido a un presente que no lo tenía.
[90]
Las palabras están bien,
pero de vez en cuando hay que levantarlas, ponerlas a caminar, ver cómo se
secan el sudor con un pañuelo o cómo miran a un lado y otro en una encrucijada.
[91]
Las más hermosas
palabras, las más reverenciadas, son también las que mejor mienten. Por
ejemplo, «manuscrito». Por ejemplo, «edición».
[92]
Los misterios nutren los
libros infantiles. Los que leen los adultos se desviven por parecer que no los
necesitan.
[93]
Algo se pierde el día en
el que se deja de contar vagones cuando pasa el tren mercancías.
[94]
Cada día me levanto un
poco antes para tener tiempo de caminar más despacio entre una tarea y otra.
[95]
Las piedras del espigón
son demasiado grandes para pensar algo que se pueda realizar con ellas. No por
eso dejo de ir a verlas.
[96]
Las olas se acercan al
acantilado a brindar con las rocas a todas horas, mañana o noche. Nunca he
visto un carácter más festivo.
[97]
Cuando no acude al
trabajo quien baldea con luz la realidad cada mañana se dice que hay un
eclipse. La misma palabra que uso para tus ausencias.
[98]
En el camino de Röcken me
descalcé porque un guijarro se había colado en mi zapato izquierdo. Lo sacudí
bocabajo y cuando me lo puse de nuevo, la molestia seguía. Continué andando
coja.
[99]
Cuando de niña me
enseñaron el primer dibujo anatómico del cuerpo humano me pareció ver un pájaro
rojo que había quedado atrapado en su nido.
[100]
Unos leen cifras en los
libros de cuentas; otros, letras en los libros de cuentos. Qué parecidas son
las palabras que no se hablan.
[101]
Cuanto más grandes son
las palabras, menos letras necesitan. Por ejemplo, «mar». También ocurre al
revés; por ejemplo, «inconmensurable».
[102]
Hay que decir la verdad,
les dicen a los niños, o se enfadará el Ángel de la Guarda.
[103]
La expulsión de Lucifer,
¿fue el primer expediente de regulación de empleo de la historia?
[104]
Lo que la noche entrega
con el envoltorio de la oscuridad: el sonido de las cosas mínimas, la luz de lo
más distante y la quietud para abrir el regalo.
[105]
Estoy pensando, dijo el
piano. Y los violines emprendieron el vuelo hacia otra orquesta.
[106]
El día que comprendamos
las razones de la vida, quién tendrá que compadecerse ¿nosotros de ella o ella
de nosotros?
[107]
Cuando parten, cada tren
afirma dirigirse a una ciudad diferente. Pero cuando regresan, todos coinciden
en el mismo nombre.
[108]
Hacer sonreír a una
estatua. Llamaremos Orfeo a quien lo consiga.
[109]
Hay escritores que le
echan una pizca de levadura a sus poemas. Otros, abusan del azúcar. Algunos los
vuelven a meter en el horno después de horneados.
[110]
Espera, —dice el
Presente— he de atarme un zapato. Mientras el Futuro mira el reloj, inquieto.
[111]
Como no se acercaba
nadie, y tras el oficio los asistentes habían tomado cada uno su camino, tuvo
que salir el fallecido, resignado, cargar con el ataúd y arrastrarlo hasta el
nicho.
[112]
Desde el valle había
mirado la cumbre que nunca logré escalar con recelo, hasta el día en el que
descubrí que era ella la que me miraba cada amanecer con tristeza.
[113]
De noche sueño con lo que
he vivido y de día vivo en mis sueños.
[114]
Hay un peldaño en el
umbral de la casa. Una puerta de madera que no enfría la espalda. Cuando
dijiste ahí es donde vivo, fue lo primero que vi.
[115]
Por más que uno se empeñe
resulta imposible emparejar a algunos dioses, por ejemplo, la solitaria
Tormenta o el displicente Turbión.
[116]
No recuerdo ningún
Encomio de la Cobardía, y sin embargo, cuántas vidas salva.
[117]
Cuando oigo elogiar la
nuestra sobre las civilizaciones antiguas, inmediatamente pregunto dónde está
el Norte y veo a quien habla dar vueltas sobre sí mismo buscándolo.
[118]
Nunca a la vista de todos
ensayan bailarinas y bailarines sus pasos, sino en un salón cerrado ante un
espejo. Solo cuando se alza el telón es posible admirarlos.
[119]
La personalidad se
descubre a sí misma en un álbum infantil con ilustraciones de animales donde
cada cual elige sus símbolos. Quien el perro, quien el gato, quien la
serpiente.
[120]
El cincel en una mano, el
mazo en la otra. Así el Espacio nos esculpe, de dentro hacia fuera, cada día.
[121]
El grial dorado,
recubierto de polvo y lleno de ceniza, ¿continúa siendo el grial?
[122]
Al pasar por la acera del
Centro Filosófico aprovecho una ventana mal cerrada para echar un vistazo
dentro. Y lo veo todo oscuro.
[123]
Una adaptación actual del
mito platónico de la caverna debería incluir el concepto de «cortinas».
[124]
De la casa del Poeta
también debería salir humo claro u oscuro conforme cierre con éxito o no el
soneto.
[125]
Dibuja autorretratos en
los márgenes de los libros que lee, en servilletas, recibos, en el billete del
tren si ve un reflejo en la ventanilla. Algún día, espera, descubrirá a la
diosa que debe de haber en su interior.
[126]
Escribe palabras en el
vaho que cubre los cristales. Las deja a su suerte sin importarle que si
alguien lee «beso» sienta unos labios que ya no son los suyos.
[127]
Me visto de blanco para
salir por las noches
[128]
Al cursillo que imparten
las olas sobre el lenguaje del mar acude de vez en cuando algún fumador, que al
acabar el pitillo lo lanza con el índice a lo lejos y se va.
[129]
La diferencia entre
Google y la realidad es que esta no admite preguntas y aquel responde a todas.
[130]
La belleza es una idea
antigua, un tópico superado, que de forma clandestina sigue cautivando.
[131]
Un secreto de la rosa:
con el marchitarse germina la lozanía.
[132]
Has esperado en la parada
un buen rato. Rechinan los frenos, abre las puertas con un estertor, las
personas entran y alguna sale. Es tu autobús. Pero te quedas en pie, fuera,
cuando arranca con un gemido.
[133]
El término «piedad» ha
quedado olvidado entre las hojas de un documento que firma. De hecho,
posiblemente ni siquiera supiera que lo tenía.
[134]
Un niño llama a la puerta
entre saltos y chillidos, el viejo deja en la pila el chuchillo con el que
limpiaba el pescado y se lava las manos para ir a abrir.
[135]
Hay quien se sienta
frente al teclado del ordenador para escribir una crónica deportiva o una
crítica política o el poema que cambiará el signo de los tiempos. Sin que nadie
espere una carta suya.
[136]
Cuando lo encuentra, ni
siquiera sabe que lo está buscando después de tanto tiempo con la costumbre de
no hallarlo.
[137]
Cree que está ahí
enfrente, en el espejo, y puede charlar con él cuando se sienta solo. Ni se le
ocurre pensar que por las noches se viste con sus ropas y usa su tarjeta de
crédito en clubs de alterne.
[138]
Éramos dos cuando yo era
una y dos también cuando ella era ninguna. Hemos sido una pareja allí donde yo
estuviera o donde ella no estaba.
[139]
Entre la multitud de un
viernes por la tarde en el que habíamos caminado por las calles más céntricas
de la mano, sentí que de repente mirabas nerviosa a todas partes y me buscabas
sin encontrarme.
[140]
Pétalos y hojas marchitos
por el suelo, alrededor del pie tallado en piedra que la humedad ha oscurecido,
y sin embargo el aire, tan vivaz.
[141]
No tiene biografía, solo
canciones. Para cada acontecimiento, un estribillo.
[142]
Del día que estuviste
caminando sola por el bosque, y en el arroyo te descalzaste para sentir el
helor del agua en los tobillos, conservas más instantes que de todos los paseos
que has dado acompañada.
[143]
Los caballos cultivan su
educación musical y descubren el piano que se oculta bajo el empedrado.
[144]
Una mata de caléndulas
junto al arroyo. Símbolo de un primer amor extraviado.
[145]
Deshojar una margarita y
que con cada pétalo se pierda algo que se considera propio. Esa desnudez.
[146]
Poco a poco se aprende a
entenderlo. Cuando no se oyen sus pasos es que se está yendo, pero si en el
silencio de la noche se escucha caminar al Tiempo es que se ha perdido y no nos
encuentra.
[147]
Lo que le dijo
Michelangelo Buonarroti al oído a David mientras lo esculpía hasta se puede
imaginar, más difícil es saber lo que le respondió el mármol mientras se
convertía en David.
[148]
Clamaría el aforismo que
se me acaba de ocurrir megáfono en mano en mitad de la Plaza Mayor. Pero como me da pereza levantarme a copiarlo,
al despertar no consigo recordarlo.
[149]
Al final de la calle
había una vieja casa con murciélagos esculpidos en el dintel de las ventanas.
Por la mañana se oían los golpes, por la tarde el vacío olía a polvo.
[150]
Hemos despreciado siempre
a aquel que, entre los posibles candidatos, decide retirarse. Y así nos va.
[151]
Entre quien continúa
caminando y quien se detiene en el porche para buscar la llave del portón a
veces no hemos sabido a quién preferir.
[152]
En el silencio de las
calles durante las retransmisiones deportivas, cuando hasta los vehículos dejan
de transitar por la calzada, se advierten los destellos de la tertulia de
reflejos de las ventanas.
[153]
¿Sabe la estrella
detectar el telescopio que la está observando? ¿Se molesta si descubre que, de
repente, apunta hacia otra estrella?
[154]
A veces por cantar una
canción me uniría a un coro de desconocidos.
[155]
De la edad juvenil en la
que quería escribir la Divina Comedia recuerdo los aledaños de las vías del
tren, al entrar en la ciudad, como inspiración para el canto del Infierno.
[156]
Veía pasar, desde la
ventana, los vendimiadores. De madrugada y al atardecer. Era la época más
feliz.
[157]
Es razonable que la
velocidad sea una virtud. Hace que los virtuosos desaparezcan pronto y solo
quede la viciosa compañía de los lentos.
[158]
En el Panteón se echa en
falta un dios o una diosa archiveros. Y tal vez otra u otro bibliotecario que
se hubiera preocupado por legar en mejor estado los poemas de Safo.
[159]
Deseo, ese irredimible
ludópata que robó las flechas a Cupido.
[160]
Mi patria fue durante
décadas una pequeña playa de piedras al final de un camino entre pinos. Ni sé
el tiempo que hace que no he vuelto. ¿Me considerarán los guijarros un
apátrida?
[161]
A tantos lugares como me
han llevado y que me los quiete al llegar, uno con el otro, por preferir unas
simples zapatillas y ahí se queden, volcados, en la galería, sin siquiera
recibir una mirada con mi gratitud.
[162]
Nunca será tan hermoso el
aforismo como justo antes de transcribirlo al papel.
[163]
De vez en cuando
detenerse en un lugar cualquiera del sendero y agacharse a observar de cerca un
coleóptero despistado hace el camino más corto.
[164]
En un café del centro,
Afrodita y Venus valoran presupuestos para decorar con luces de neón rojas el
templo que comparten.
[165]
En lugar de señalarle con
un trapo la dirección de la ventana, me detengo a observar los movimientos de
la mosca alrededor de las gotas de la miel vertida. Si la hubiera echado, aún
volaría.
[166]
¿Los peces cuando la ven
flotando como un mar en miniatura, pero más atractivo, y nadan en su interior,
también la llaman, como nosotros, la Red?
[167]
El sol de la tarde sobre
los muros de la vieja iglesia, ¿qué me recuerda?
[168]
Con un coleccionista de hadas y una erudita en
instantes, Shakespeare escribió su primera tragedia.
[169]
Hoy me ha parecido ver cómo una nube daba una
voltereta. ¿Habré perdido vista?
[170]
Eros dice que se llama mientras les habla a mi
espalda a los colegiales que viajan en los últimos asientos del autobús. Cundo
me doy la vuelta por verle, no lo distingo. ¿Se habrá bajado ya?
[171]
¿Será que Eros se ha dormido en su puesto de
trabajo y en su lugar actúa una aplicación de inteligencia artificial?
[172]
Me gusta pensar que alguien se ha enfadado
conmigo al ver llegar la tormenta, para sentir que todo se ha aclarado cuando
pasa.
[173]
Lo que escribo en este cuaderno hará su
hatillo de palabras y saldrá a la aventura. Sin mí.
[174]
He descubierto una red social que no admite
amigos, ni visitas, ni seguidores, ni «me gusta».
[175]
El único misterio del universo se contempla
frente a un espejo. Los pintores no han dejado de reflejarlo nunca.
[176]
Una circunferencia se traza siempre desde un
punto, al que suelen denominar «yo».
[177]
Si en el momento de despertar ya ha amanecido
dicen que no importa, que se puede asistir en diferido.
[178]
Extender los brazos para abrazar un cuerpo es
un ejercicio que cada vez más se realiza en solitario.
[179]
Languidece la Casa de Juegos desde que los que
juegan, apuestan y amañan se han trasladado a la Casa del Pueblo.
[180]
¿Cómo podían sobrevivir los seres humanos
cuando la felicidad solo estaba al alcance de unos pocos? Ahora, basta
presionar un botón para acceder.
[181]
Lo de Hamlet solo se explica por la ausencia
en la época de una red ferroviaria de Cercanías. Si por dudar pierdes un tren,
tal vez no pase nunca otro más tarde.
[182]
No se marchita, no hay que regarla, no huele,
no ensucia el agua, dura y dura. Es una flor. Sus colores son casi perfectos.
[183]
A veces el pensamiento no se lleva bien con el
cuerpo. Otras, el cuerpo lo detesta y le hace sufrir. Es el momento en el que
dudamos ser algo más que materia.
[184]
Las fotografías culminan la aspiración humana
a detener el tiempo en un instante. El vídeo, sin embargo, es redundante. Solo
pretende repetirlo.
[185]
Hay quienes en el planeta
Tierra creen estar de paso y quienes piensan que han llegado para quedarse.
[186]
En el Barroco dejaban una calavera sobre la
mesa de estudio. En el siglo XIX una bola del mundo. En el XX un libro de
bolsillo. En el XXI, solo una pregunta: ¿dónde habré dejado el móvil?
[187]
En el Barroco dejaban una calavera sobre la
mesa de estudio. En el siglo XIX una bola del mundo. En el XX un libro de
bolsillo. En el XXI, solo una pregunta: ¿dónde habré dejado el móvil?
[188]
Cada vez parece más difícil sustraerse a la
atracción que produce el vuelo de un ave de presa cuando extiende las garras.
[189]
Los amores se dividen en explícitos y
secretos. Los secretos, en temporales o perennes. Los perennes, en esperanzados
o desolados. Los desolados carecen de división.
[190]
Después de la fiesta hay
quien se queda dormido en el jardín, sobre la hierba, junto a una botella
igualmente abatida. El que sale a
comprar el pan duda de si lo ha de despertar o no.
[191]
El tren que paraba en
todas las estaciones, ante las quejas a la Dirección de los usuarios, realiza
ahora su trayecto sin detenerse desde su origen hasta su (incierto) destino.
[192]
Cuando se inventó la luz
eléctrica se deshizo la metáfora que vinculaba la noche con la muerte. Un daño
colateral.
[193]
Un prado, sauces, flores,
el arroyo, pajarillos y los auriculares inalámbricos. Una época, la nuestra,
innovadora.
[194]
La hermosura que se
admira en las rosas, ¿depende de las rosas o del jardinero que las cuida?
[195]
Un ramo de flores en la
habitación del enfermo. ¿El deseo de que se crucen los destinos o el temor a
que avancen en paralelo?
[196]
Que dejara su obra
maestra pintada sobre la cáscara de un huevo indignó a los críticos, que
desconocían el hecho de que se hubiese enamorado.
[197]
Justo bajo el arco de
entrada se acercó a preguntarme cómo se iba a la ciudad. De tan obvia, sigo sin
comprender la pregunta.
[198]
Quien no ha permanecido
despierto junto a la cuna donde duerme su hijo cuenta con algunos poemas
asombrosos en la historia literaria universal para experimentar qué se siente.
[199]
Quien no se ha despertado
junto a quien ha estado velando su sueño mejor que no busque poemas.
[200]
La idea de despedir a los
sueños propios no me parece tan injusta. Ni descabellada. Es más, quizá
aconsejable.
[201]
Hay quien se deja el
anillo olvidado sobre la repisa del baño de un cuarto de hotel, y quien lo
olvida en la habitación. Pero solo el primero sufre por la pérdida.
[202]
En ocasiones una se
siente encerrada en un cuarto oscuro. Son los días más luminosos.
[203]
Una de las trampas del
verano: las personas de mirada gélida resultan refrescantes.
[204]
No sé hasta qué punto
somos conscientes del carácter delictivo del tiempo: cada instante nos roba
futuro.
[205]
Resulta siempre
estimulante la pregunta de qué se llevaría uno a una isla desierta. Nadie da,
cuando hace la lista de objetos, con la respuesta correcta.
[206]
Añoro a aquel filósofo
que lo veía todo en una brizna de hierba con una gota de rocío. Exactamente lo
que primero se pisa cuando se sale en busca de respuestas.
[207]
Entre sueño y sueño
siempre hay un insomnio.
[208]
Hay quien solicita
subvenciones públicas o privadas para fundir en bronce su corazón. Son las
primeras que dan.
[209]
El instante en el que
chirría la cancela oxidada de la casa en ruinas donde quisiéramos entrar.
[210]
No creo que sea el
destino de una sombra convertirse en sombría. Es solo un camino sin
bifurcaciones.
[211]
Solo cuando se trenzan
los dedos las manos dejan de estar inquietas. Hay quien lo llama oración, quien
pensamiento. Otros desconocen el gesto.
[212]
Uno de los defectos del
crecimiento es que disminuye el tamaño de las cosas alrededor.
[213]
Cualquier estridencia que
en otro lugar sería normal, produce un sobresalto en el silencio del cementerio.
[214]
Los idiomas que se
pierden conforme la infancia va desapareciendo: el de las piedras, el de la
lluvia, el de las hormigas.
[215]
A veces reencontrarse con
un árbol que sigue ahí desde que acabamos el colegio recompensa más que hacerlo
con un compañero de curso.
[216]
Nadie elogia los desvelos
de la luna. Tampoco nadie se pregunta dónde va las noches que no la vemos.
[217]
Hay lugares que continúan
siendo los mismos siempre y otros que a cada rato van cambiando. Conviene saber
a qué lugar pertenece cada cual.
[218]
Nadie parece tener tiempo
para nada. Pero si uno tiene tiempo para todo, el tiempo sigue siendo el mismo.
No es la variable.
[219]
Nunca sé si llamarlos
amantes o amados. ¿Es más importante pensar en el sujeto o en el objeto?
[220]
La muerte es solo una
palabra que no aparece en el estribillo de las canciones.
[221]
(5 de noviembre de 2018 — 30 de junio de 2019)