Cuando mi madre, octogenaria, rechaza apoyarse en un bastón
porque le hace parecer «una vieja» me quita edad también a mí.
[1]
A veces en el mismo vagón van dos personas tarareando para sí
la misma canción sin llegar a saber que lo podrían hacer a coro.
[2]
Si no existieran el malentendido el ser humano tendería por
naturaleza a la sordera.
[3]
A veces me preguntan por qué pierdo tanto tiempo cuidando un
jardín tan diminuto. Tal vez porque sea ya lo único que reconozco.
[4]
En ocasiones creo que, frente al espejo, soy yo quien se
asusta de verme llegar así.
[5]
Me sorprende ser la única persona en dudar que los pilares
seguirán sosteniendo el edificio ni siquiera un día más.
[6]
Mientras imparte su seminario de sabiduría el lago, yo no
puedo apartar los ojos del arroyuelo que se despeña desde lo alto.
[7]
Hay ciertas playas cuya arena aparece por las mañanas cubierta
de conchas. También se ven restos de plástico, trozos de metal o jirones de
tela, pero es común creencia de los rastreadores que el mar solo les regala
caracolas.
[8]
En el rechazo infantil a continuar con los juguetes que se han
roto hay una metáfora que algunos convierten, de adultos, en ley.
[9]
A veces he pensado cómo me gustaría llamarme en otro idioma.
En inglés, por ejemplo. Pero siempre acabo traduciéndolo y desilusionándome.
[10]
Remar es un ejercicio interesante. Le permite a uno hablar
prescindiendo de la gesticulación de las manos.
[11]
El delirio, en nuestra época, es una afección estacional. Más
en concreto, de fines de semana.
[12]
Si una mañana los que salen por la puerta de la estación no
regresaran a tomar su tren de vuelta por la tarde, nadie se daría cuenta.
[13]
Hace rato que la chimenea del mercante ensucia el día. En el
muelle dos marineros fuman antes de recoger la escalera. En proa otro anuda los
cabos. El capitán hace sonar la sirena.
[14]
Recorro los pasillos del aeropuerto, tras el vuelo de regreso,
como si hubiera acabado de llegar de casa para partir, pero solo pudiera, como
obediente hago, volver a casa.
[15]
Iba a darse la vuelta Orfeo, pero la muchedumbre que caminaba
hacia la puerta de salida le arrastró sin remedio.
[16]
Se inclina hacia el caño de la fuente y bebe. Luego se
incorpora y se seca los labios con un pañuelo. Es cuanto sé de él.
[17]
Mientras llueve en la ciudad, los estibadores en el puerto
descargan nuevos contenedores en los que llega, desde muy lejos, otra remesa de
verano.
[18]
No siempre el amor es tan efímero como creen los decepcionados.
Ni tan eterno como piensan los idealistas. Es, sencillamente, contradictorio.
[19]
Nada hay tan complaciente como en plena canícula abrir un
periódico para ver en un mapa el reparto de las temperaturas.
[20]
Con un mismo golpe de cuchillo el tiempo arranca la cabeza y
las tripas del jurel que limpia. Lanza al cubo los desperdicios y coloca otro
sobre el mármol.
[21]
Restos de paja de la cosecha avanzan nómadas por los caminos
umbríos, proporcionándoles un ápice de color.
[22]
Descalza, de los toneles que envejecen el vino en la bodega
sale, sin hacer ningún ruido, la noche.
[23]
Al ver caminar un escarabajo le interpelo con una rama por
intentar que comprenda el universo desde mi punto de vista. Por si un día
despierta en mi cama.
[24]
Si por la mañana luce la luna diurna será porque algo le
provoca insomnio, me digo con envidia cuando el movimiento del autobús me
adormece.
[25]
Hay días que eligen para vestirse uniforme de guardajurado.
[26]
Nadie le pregunta ya al botiquín por sus secretos, de ahí el
aire mustio que normalmente muestra.
[27]
Existen palabras en las que de repente una se extravía y no
sabe encontrar la salida; por ejemplo, patíbulo.
[28]
Ante una vía férrea que se pierde en su punto de fuga tengo la
impresión de que los travesaños son opiniones discordantes a un discurso
autocrático.
[29]
Cuando el pescador echa las redes desde estribor pensando en
los peces, las redes solo piensan en no dejar escapar a quien ya está atrapado,
el que las lanza cada día.
[30]
Deja a medias lo que esté haciendo, se detiene al caminar,
quita el volumen del televisor si lo ve, se asoma a la ventana y escucha las
campanas. Lo que le dice cada hora quien así le habla.
[31]
La ciudad está llena de espejos que mienten. De hecho, si alguno
muestra con veracidad, cae en desuso.
[32]
Me encandilan los almacenes llenos de objetos idénticos
embalados. Salgo de la visita con el optimismo que destila siempre el tiempo de
futuro.
[33]
Se ha acostumbrado tanto al silencio que desconfía de quienes
usamos las palabras.
[34]
Los días en los que me sentaba en la hierba a escuchar la
orquesta de árboles dirigida por la brisa.
[35]
Bajo el círculo que traza el flexo, el libro de cuentas. Con
la esquina superior oscurecida por el uso.
[36]
Es necesario un vallado de color amarillo, operarios con mono
azul y una zanja profunda en la acera para que pueda asomarme a ver el color de
la tierra que nunca piso.
[37]
Hay quien olvida a propósito, cuando se levanta para irse, una
palabra sobre el banco del parque donde estuvo sentado. El que se acerca para
sentarse no siempre la descubre.
[38]
Mantengo un largo conflicto con la geografía. Los profesores
me tachaban en los mapas el nombre que había elegido con delicadeza para cada
lugar.
[39]
Se le tiene gran respeto al término «Destino», sin embargo,
apenas se diferencia de «cántaro», palabra a la que nadie pone mayúscula
inicial.
[40]
Un indicativo de civilización es que ya no se zurzan los
calcetines, me digo mientras los tiendo en la galería.
[41]
Le tengo manía a las almenas desde una vez que, de visita a un
castillo, perdí las gafas de sol.
[42]
Sabías cerrar la mano para recoger una pizca de agua y
llamarlo manantial.
[43]
Cruzar una frontera produce inquietud. Hasta ese punto llega
la autosugestión
[44]
Las amapolas escriben jaikus subversivos entre la prosa del
trigal.
[45]
Con las puertas aún cerradas y las luces en penumbra siempre
hay quien sale a escena con una escoba en la mano y ni siquiera echa un vistazo
a la platea.
[46]
Hay quien vuelve del bosque con una cesta de moras. O un
manojo de espárragos. O un ramillete de margaritas. Y hay quien no sabe con qué
regresar.
[47]
La algarabía de alas que se desata nada más abrir la puerta
del campanario.
[48]
Ningún filósofo se ha detenido a explicar el significado de
las libélulas que en el margen de los ríos se posan estáticas sobre una hoja.
[49]
No siempre se entiende que algunos animales posean garras. Es,
sin embargo, una ignorancia en vías de extinción.
[50]
Cuando a plena luz del día se siente la necesidad de componer
un nocturno, ¿se ha de abrir la tapa del piano o mejor dejarlo correr?
[51]
El cielo de la tarde se llena de sonido cuando empieza la
fiesta. No hay dónde mirar que no cante. Ni siquiera cerrando los ojos.
[52]
«Currículum vitae», así se titula la única novela que ha
escrito. Por cierto, de género fantástico. Todos los encargados de personal la
han leído.
[53]
En esta silla se sienta todas las tardes el vampiro a jugar al
julepe. Dice que está jubilado y vive de lo que gana con las cartas. Nadie le
cree.
[54]
Reparte nombres de frutas y verduras mientras les hace el café
o les sirve la copa. La atribución nada tiene que ver con el cliente, sino con
una infancia campesina.
[55]
El tilo y la farola que comparten tramo en el paseo guardan un
secreto, aunque parezca que nunca se dicen nada.
[56]
Después de soplar un diente de león, se desvive por
recomponerlo.
[57]
Aquel lugar donde se amontonaban los cántaros de barro rotos,
¿qué hemos perdido perdiéndolo?
[58]
En el cuarto de baño, tras despertarme, prefiero la ventana al
espejo, pero solo me doy cuenta luego, en el ascensor.
[59]
Un autor de novelas policiacas, la lluvia. Toda la noche
tecleando.
[60]
Tres tandas de anuncios le recomendó el padre antes de la
bendición.
[61]
Parte del bloqueo creativo le viene de aquella novela sobre
marineros que quiso escribir sin tener en cuenta que se marea cada vez que pisa
un barco.
[62]
Amanece el estanque cubierto de hojas de los árboles que no hay
alrededor. Sospecho que sean las palabras de amor que se han dicho los
visitantes nocturnos del parque.
[63]
Donde se advierte una mayor diferencia entre idea y acción es
en torno al término «verdad».
[64]
Que el verbo regresar no admite reflexivo se descubre cada vez
que uno vuelve.
[65]
Lo que no han pensado los defensores del espíritu crítico es
que sin devotos no habría nadie ahí sentado. Ni siquiera para escucharles.
[66]
Durante mucho tiempo dudaba qué me habría de llevar. Hoy ya lo
sé. He de empaquetarlo todo y en el momento de subir dejarlo olvidado en el
andén.
[67]
Cuando se levanta alguna losa de la calzada me detengo a
contemplar admirada lo que ya sé: que debajo de la ciudad hay campo.
[68]
No es que la lluvia predisponga a la melancolía, sino que la
tristeza se alegra de que la comprendan.
[69]
La colada en la casa del duelo, una bandada de estorninos.
[70]
La canción del columpio cuando es el padre quien empuja.
[71]
Cuando se lee al aire libre alguien más ágil se apresura a
pasar con rapidez las páginas.
[72]
A veces sueño con el saltador de acantilados etrusco. Sus pies
han huido de la hierba, pero sus manos continúan secas. Ese instante donde
permanecemos el saltador y yo.
[73]
En cuanto me siento a recordar, las teselas empiezan a saltar
de un lugar a otro y no hay quien recomponga el mosaico.
[74]
Con un paño se tapa los ojos y quiere acertar con la flecha
que su brazo tensa. Pero la trayectoria no puede partir más desencaminada.
[75]
El sol del atardecer brilla sobre el dorso de los naipes
cuando los abandona sobre la mesa, ya memorizada la apuesta.
[76]
Aquellos peces que regresan a desovar en las fuentes,
¿arrastran también de vuelta algo del río antes de que desemboque?
[77]
Arriar la vela mayor cuando el puerto esté a la vista.
[78]
Al anochecer esta ciudad, un brasero que crepita bajo los
faldones del monte.
[79]
La nieve ha cegado la realidad y solo dentro de las iglesias
las lamparillas dan calor a los que ya no están.
[80]
Lo que las convierte en islas no es el mar alrededor, sino
dentro. También los isleños se saben rodeados cuando viven en el continente. Y
los continentales, amnésicos cuando visitan las islas.
[81]
Ninguna imagen aprecio más que la de un extra de película de
romanos consultando el móvil en un descanso entre escenas.
[82]
Esparcidas sobre una lona, las uvas se convierten al sol de
Corinto en pasas. Con esta metamorfosis algunas familias se ganan la vida.
[83]
Antes el amor se aprendía en los libros. Hoy, en las
pantallas. La realidad siempre ha sido una pésima pedagoga.
[84]
Agotados y felices por llegar saltan al muelle los marineros
que descansados y felices por partir embarcan pocos días después.
[85]
Las palabras, ¿no serán el modo que tienen los humanos de
abrazar lo que no alcanzan los brazos? Las nubes, la copa de los pinos, la
verdad.
[86]
Algunas manchas súbitas sobre la ropa muestran, pese a su
premura, un gran y meditado conocimiento del arte contemporáneo.
[87]
El parentesco entre la llama y el humo no siempre lo ha tenido
en cuenta la tradición poética.
[88]
No sabe dónde lo ha puesto, revuelve papeles, vacía cajones,
vuelca bolsos. Por ninguna parte aparece la plaza donde jugaba de niña a
soñarse adulta.
[89]
La traición amputa las palabras: ese radical cambio de
significado de lo que se estaba habituado a pronunciar.
[90]
Creo que el día de mi sepelio echaré de menos no haber podido
ir a comprar el pan.
[91]
Conocí un poeta que escribía sus versos con pétalos en lugar
de sílabas. Me tranquilizó saber que era minimalista.
[92]
Cualquier canción que despreciemos por su trivialidad durará
más que nosotros.
[93]
Amaba tanto las palabas que no supo qué decir cuando le
acusaron de plagio.
[94]
Cuando en el estertor de la vida le entregaron las notas
preguntó si aún tenía derecho a otra convocatoria para el examen
suspendido.
[95]
El Danubio es un río políglota. De lo que se enorgullece, por
mucho más caudal que tenga el Amazonas.
[96]
Cómo me gusta usar contigo los miércoles que llueve.
[97]
Después del último día siempre hay otro. No es fácil pensar en
él, pero conviene.
[98]
Nada de lo escrito se parece a lo pensado en el momento de
escribirlo. Habrá que confiar que con la edad se vea lo que ahora no está.
[99]
Me he sentado en un mojón del camino ante un cesto de frases
para limpiarlas de hojarasca, que al levantarme ha quedado esparcida por la arena,
y mi canasta vacía.
1 de julio — 26 de octubre, 2 0 1 9