Aguas que bajan turbias | Aforismos 2019





Cuando mi madre, octogenaria, rechaza apoyarse en un bastón porque le hace parecer «una vieja» me quita edad también a mí.
[1]

A veces en el mismo vagón van dos personas tarareando para sí la misma canción sin llegar a saber que lo podrían hacer a coro.
[2]

Si no existieran el malentendido el ser humano tendería por naturaleza a la sordera.
[3]

A veces me preguntan por qué pierdo tanto tiempo cuidando un jardín tan diminuto. Tal vez porque sea ya lo único que reconozco.
[4]

En ocasiones creo que, frente al espejo, soy yo quien se asusta de verme llegar así.
[5]

Me sorprende ser la única persona en dudar que los pilares seguirán sosteniendo el edificio ni siquiera un día más.
[6]

Mientras imparte su seminario de sabiduría el lago, yo no puedo apartar los ojos del arroyuelo que se despeña desde lo alto.
[7]

Hay ciertas playas cuya arena aparece por las mañanas cubierta de conchas. También se ven restos de plástico, trozos de metal o jirones de tela, pero es común creencia de los rastreadores que el mar solo les regala caracolas.
[8]

En el rechazo infantil a continuar con los juguetes que se han roto hay una metáfora que algunos convierten, de adultos, en ley.
[9]

A veces he pensado cómo me gustaría llamarme en otro idioma. En inglés, por ejemplo. Pero siempre acabo traduciéndolo y desilusionándome.
[10]

Remar es un ejercicio interesante. Le permite a uno hablar prescindiendo de la gesticulación de las manos.
[11]

El delirio, en nuestra época, es una afección estacional. Más en concreto, de fines de semana.
[12]

Si una mañana los que salen por la puerta de la estación no regresaran a tomar su tren de vuelta por la tarde, nadie se daría cuenta.
[13]

Hace rato que la chimenea del mercante ensucia el día. En el muelle dos marineros fuman antes de recoger la escalera. En proa otro anuda los cabos. El capitán hace sonar la sirena.
[14]

Recorro los pasillos del aeropuerto, tras el vuelo de regreso, como si hubiera acabado de llegar de casa para partir, pero solo pudiera, como obediente hago, volver a casa. 
[15]

Iba a darse la vuelta Orfeo, pero la muchedumbre que caminaba hacia la puerta de salida le arrastró sin remedio.
[16]

Se inclina hacia el caño de la fuente y bebe. Luego se incorpora y se seca los labios con un pañuelo. Es cuanto sé de él.
[17]

Mientras llueve en la ciudad, los estibadores en el puerto descargan nuevos contenedores en los que llega, desde muy lejos, otra remesa de verano.
[18]

No siempre el amor es tan efímero como creen los decepcionados. Ni tan eterno como piensan los idealistas. Es, sencillamente, contradictorio.
[19]

Nada hay tan complaciente como en plena canícula abrir un periódico para ver en un mapa el reparto de las temperaturas.
[20]

Con un mismo golpe de cuchillo el tiempo arranca la cabeza y las tripas del jurel que limpia. Lanza al cubo los desperdicios y coloca otro sobre el mármol.
[21]

Restos de paja de la cosecha avanzan nómadas por los caminos umbríos, proporcionándoles un ápice de color. 
[22]

Descalza, de los toneles que envejecen el vino en la bodega sale, sin hacer ningún ruido, la noche.
[23]

Al ver caminar un escarabajo le interpelo con una rama por intentar que comprenda el universo desde mi punto de vista. Por si un día despierta en mi cama.
[24]

Si por la mañana luce la luna diurna será porque algo le provoca insomnio, me digo con envidia cuando el movimiento del autobús me adormece.
[25]

Hay días que eligen para vestirse uniforme de guardajurado.
[26]

Nadie le pregunta ya al botiquín por sus secretos, de ahí el aire mustio que normalmente muestra.
[27]

Existen palabras en las que de repente una se extravía y no sabe encontrar la salida; por ejemplo, patíbulo.
[28]

Ante una vía férrea que se pierde en su punto de fuga tengo la impresión de que los travesaños son opiniones discordantes a un discurso autocrático.
[29]

Cuando el pescador echa las redes desde estribor pensando en los peces, las redes solo piensan en no dejar escapar a quien ya está atrapado, el que las lanza cada día.
[30]

Deja a medias lo que esté haciendo, se detiene al caminar, quita el volumen del televisor si lo ve, se asoma a la ventana y escucha las campanas. Lo que le dice cada hora quien así le habla.
[31]

La ciudad está llena de espejos que mienten. De hecho, si alguno muestra con veracidad, cae en desuso.
[32]

Me encandilan los almacenes llenos de objetos idénticos embalados. Salgo de la visita con el optimismo que destila siempre el tiempo de futuro.
[33]

Se ha acostumbrado tanto al silencio que desconfía de quienes usamos las palabras.
[34]

Los días en los que me sentaba en la hierba a escuchar la orquesta de árboles dirigida por la brisa.
[35]

Bajo el círculo que traza el flexo, el libro de cuentas. Con la esquina superior oscurecida por el uso.
[36]

Es necesario un vallado de color amarillo, operarios con mono azul y una zanja profunda en la acera para que pueda asomarme a ver el color de la tierra que nunca piso.
[37]

Hay quien olvida a propósito, cuando se levanta para irse, una palabra sobre el banco del parque donde estuvo sentado. El que se acerca para sentarse no siempre la descubre.
[38]

Mantengo un largo conflicto con la geografía. Los profesores me tachaban en los mapas el nombre que había elegido con delicadeza para cada lugar.
[39]

Se le tiene gran respeto al término «Destino», sin embargo, apenas se diferencia de «cántaro», palabra a la que nadie pone mayúscula inicial. 
[40]

Un indicativo de civilización es que ya no se zurzan los calcetines, me digo mientras los tiendo en la galería.
[41]

Le tengo manía a las almenas desde una vez que, de visita a un castillo, perdí las gafas de sol.
[42]

Sabías cerrar la mano para recoger una pizca de agua y llamarlo manantial.
[43]

Cruzar una frontera produce inquietud. Hasta ese punto llega la autosugestión
[44]

Las amapolas escriben jaikus subversivos entre la prosa del trigal.
[45]

Con las puertas aún cerradas y las luces en penumbra siempre hay quien sale a escena con una escoba en la mano y ni siquiera echa un vistazo a la platea.
[46]

Hay quien vuelve del bosque con una cesta de moras. O un manojo de espárragos. O un ramillete de margaritas. Y hay quien no sabe con qué regresar.
[47]

La algarabía de alas que se desata nada más abrir la puerta del campanario.
[48]

Ningún filósofo se ha detenido a explicar el significado de las libélulas que en el margen de los ríos se posan estáticas sobre una hoja.
[49]

No siempre se entiende que algunos animales posean garras. Es, sin embargo, una ignorancia en vías de extinción.
[50]

Cuando a plena luz del día se siente la necesidad de componer un nocturno, ¿se ha de abrir la tapa del piano o mejor dejarlo correr?
[51]

El cielo de la tarde se llena de sonido cuando empieza la fiesta. No hay dónde mirar que no cante. Ni siquiera cerrando los ojos.
[52]

«Currículum vitae», así se titula la única novela que ha escrito. Por cierto, de género fantástico. Todos los encargados de personal la han leído.
[53]

En esta silla se sienta todas las tardes el vampiro a jugar al julepe. Dice que está jubilado y vive de lo que gana con las cartas. Nadie le cree.
[54]

Reparte nombres de frutas y verduras mientras les hace el café o les sirve la copa. La atribución nada tiene que ver con el cliente, sino con una infancia campesina.
[55]

El tilo y la farola que comparten tramo en el paseo guardan un secreto, aunque parezca que nunca se dicen nada.
[56]

Después de soplar un diente de león, se desvive por recomponerlo.
[57]

Aquel lugar donde se amontonaban los cántaros de barro rotos, ¿qué hemos perdido perdiéndolo?
[58]

En el cuarto de baño, tras despertarme, prefiero la ventana al espejo, pero solo me doy cuenta luego, en el ascensor.
[59]

Un autor de novelas policiacas, la lluvia. Toda la noche tecleando.
[60]

Tres tandas de anuncios le recomendó el padre antes de la bendición.

[61]

Parte del bloqueo creativo le viene de aquella novela sobre marineros que quiso escribir sin tener en cuenta que se marea cada vez que pisa un barco.
[62]

Amanece el estanque cubierto de hojas de los árboles que no hay alrededor. Sospecho que sean las palabras de amor que se han dicho los visitantes nocturnos del parque.
[63]

Donde se advierte una mayor diferencia entre idea y acción es en torno al término «verdad».
[64]

Que el verbo regresar no admite reflexivo se descubre cada vez que uno vuelve.
[65]

Lo que no han pensado los defensores del espíritu crítico es que sin devotos no habría nadie ahí sentado. Ni siquiera para escucharles.
[66]

Durante mucho tiempo dudaba qué me habría de llevar. Hoy ya lo sé. He de empaquetarlo todo y en el momento de subir dejarlo olvidado en el andén.
[67]

Cuando se levanta alguna losa de la calzada me detengo a contemplar admirada lo que ya sé: que debajo de la ciudad hay campo.
[68]

No es que la lluvia predisponga a la melancolía, sino que la tristeza se alegra de que la comprendan.
[69]

La colada en la casa del duelo, una bandada de estorninos.
[70]

La canción del columpio cuando es el padre quien empuja.
[71]

Cuando se lee al aire libre alguien más ágil se apresura a pasar con rapidez las páginas.
[72]

A veces sueño con el saltador de acantilados etrusco. Sus pies han huido de la hierba, pero sus manos continúan secas. Ese instante donde permanecemos el saltador y yo.
[73]

En cuanto me siento a recordar, las teselas empiezan a saltar de un lugar a otro y no hay quien recomponga el mosaico.
[74]

Con un paño se tapa los ojos y quiere acertar con la flecha que su brazo tensa. Pero la trayectoria no puede partir más desencaminada.
[75]

El sol del atardecer brilla sobre el dorso de los naipes cuando los abandona sobre la mesa, ya memorizada la apuesta.
[76]
Aquellos peces que regresan a desovar en las fuentes, ¿arrastran también de vuelta algo del río antes de que desemboque? 
[77]

Arriar la vela mayor cuando el puerto esté a la vista. 
[78]

Al anochecer esta ciudad, un brasero que crepita bajo los faldones del monte.
[79]

La nieve ha cegado la realidad y solo dentro de las iglesias las lamparillas dan calor a los que ya no están. 
[80]

Lo que las convierte en islas no es el mar alrededor, sino dentro. También los isleños se saben rodeados cuando viven en el continente. Y los continentales, amnésicos cuando visitan las islas.
[81]

Ninguna imagen aprecio más que la de un extra de película de romanos consultando el móvil en un descanso entre escenas.
[82]

Esparcidas sobre una lona, las uvas se convierten al sol de Corinto en pasas. Con esta metamorfosis algunas familias se ganan la vida.
[83]

Antes el amor se aprendía en los libros. Hoy, en las pantallas. La realidad siempre ha sido una pésima pedagoga.
[84]

Agotados y felices por llegar saltan al muelle los marineros que descansados y felices por partir embarcan pocos días después.
[85]

Las palabras, ¿no serán el modo que tienen los humanos de abrazar lo que no alcanzan los brazos? Las nubes, la copa de los pinos, la verdad.
[86]

Algunas manchas súbitas sobre la ropa muestran, pese a su premura, un gran y meditado conocimiento del arte contemporáneo.
[87]

El parentesco entre la llama y el humo no siempre lo ha tenido en cuenta la tradición poética.
[88]

No sabe dónde lo ha puesto, revuelve papeles, vacía cajones, vuelca bolsos. Por ninguna parte aparece la plaza donde jugaba de niña a soñarse adulta.
[89]
La traición amputa las palabras: ese radical cambio de significado de lo que se estaba habituado a pronunciar. 
[90]

Creo que el día de mi sepelio echaré de menos no haber podido ir a comprar el pan.
[91]


Conocí un poeta que escribía sus versos con pétalos en lugar de sílabas. Me tranquilizó saber que era minimalista.
[92]

Cualquier canción que despreciemos por su trivialidad durará más que nosotros.
[93]

Amaba tanto las palabas que no supo qué decir cuando le acusaron de plagio.
[94]

Cuando en el estertor de la vida le entregaron las notas preguntó si aún tenía derecho a otra convocatoria para el examen suspendido. 
[95]

El Danubio es un río políglota. De lo que se enorgullece, por mucho más caudal que tenga el Amazonas.
[96]

Cómo me gusta usar contigo los miércoles que llueve.
[97]

Después del último día siempre hay otro. No es fácil pensar en él, pero conviene.
[98]

Nada de lo escrito se parece a lo pensado en el momento de escribirlo. Habrá que confiar que con la edad se vea lo que ahora no está.
[99]

Me he sentado en un mojón del camino ante un cesto de frases para limpiarlas de hojarasca, que al levantarme ha quedado esparcida por la arena, y mi canasta vacía.
[100]












1 de julio — 26 de octubre, 2 0 1 9