Nunca está sola la palabra soledad. Un artículo le brinda su mano y salen a pasear juntos por la frase. Una nube de adjetivos la ronda siempre con la intención de hacerla más grata, o amable, incluso acompañada. Hay verbos que la alejan y otros que la acercan. Sustantivos que se enamoran (y hasta dan esquinazo a sus artículos para poder verse a solas con ella). No siempre les hace caso, sin embargo, por sentirse más sí misma, pero a veces encuentra en alguna que otra palabra, en un momento de soledad, aliciente para dejarse querer, por ejemplo, en compartida.
GORRIONES
El libro de texto del día se abre con el vuelo de un gorrión que abandona las ramas del olivo para detenerse en los cables de la conducción eléctrica, donde el primer rayo de sol dibuja sobre el sembrado una línea recta con su perfil de mago alado. Estudio en esta humilde lección de la mañana la teoría de las sombras. Lo que la luz ilumina el aire lo dibuja en la distancia con claroscuros. También mi retrato opaco me sigue cuando camino hacia el este, tras mis pasos, iluminado por el sol en el rostro. Sin ver la sombra.
POÉTICA DEL ATARDECER
Serpenteo esquivando los charcos al caminar hacia la tarde y avanzo entre un suelo de nubes. Dentro de los bolsillos del gabán, los dedos practican glissandos para la clase de una profesora rigurosa. Voy y no voy. Los pasos me acercan y me alejan. Ensayo conversaciones como un actor repite réplicas ante un espejo poco antes del estreno. Cuando tenga un poema entre las manos le sonreiré a la literatura, que me estará mirando desde una mesa al fondo de la cafetería. La lengua en la que escribo cada día me habla desde cualquier rincón. Los campos huelen a lluvia.
CALAMBUR NOCTÍVAGO
Un lenguaje de escalofríos. Delicada escritura de dedos nómadas cuyos manuscritos no conservan palabras sino temblores allí donde el lector lee. Una grafía de labios que inscribe en la piel oscilaciones del cuerpo que solo el cuerpo decodifica y comprende. Haz de significados cuyos signos varían y se inventan cada día, a cada momento. Una lengua de estremecimientos. La del susurro de las manos al caligrafiar sensaciones en el papel de los sentidos. La del trazo del pincel de las caricias que recorre el país del recóndito silencio. La de los acentos petrarquistas cuando inspiran las sílabas de un gemido.
CUADERNO DE INSTANTES
Cierro la libreta, el lápiz rueda por encima de la tapa, cae a la madera de la mesa con un ligero rumor y cuando ahí se detiene me doy la vuelta y continúo escribiendo. Con los pasos, al caminar por la estancia; con el cuerpo, al echarme en el sofá de contemplar estrellas. Escribo, brazos en alto, con las manos. Palabras, versos, poemas. Una caligrafía delicada que recoge con fidelidad la pared donde la luz de la lámpara se proyecta, aunque la desmemoria del aire que la escribe impida que se la aprenda. Igual que lo escrito en el papel.
[Abril, mayo. 2018]