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miércoles, 14 de octubre de 2020
PÁJAROS EXTRAVIADOS de José Ángel Cilleruelo
Opiniones de un lector.
PÁJAROS EXTRAVIADOS de José Ángel Cilleruelo. Prensas de la Universidad de Zaragoza. Colección La gruta de las palabras, nº 110. 42 poemas y 72 páginas. Pastas en color salmón. Una nota a la edición nos apunta confidencias temporales del poemario y la bibliografía del autor, además de algún “Agradezco”. “Se terminó de imprimir en febrero de 2019”. Unos meses antes de que el mundo temblara ante la plaga-pandemia Covid 19/Coronavirus/Neumonía-gripe de Wuhan/SARS-CoV-2…
PÁJAROS EXTRAVIADOS de José Ángel Cilleruelo. Prensas de la Universidad de Zaragoza. Colección La gruta de las palabras, nº 110. 42 poemas y 72 páginas. Pastas en color salmón. Una nota a la edición nos apunta confidencias temporales del poemario y la bibliografía del autor, además de algún “Agradezco”. “Se terminó de imprimir en febrero de 2019”. Unos meses antes de que el mundo temblara ante la plaga-pandemia Covid 19/Coronavirus/Neumonía-gripe de Wuhan/SARS-CoV-2…
Uno tiene derecho a volar y equivocarse como la paloma, a poner negro sobre blanco en medio de este mar proceloso que es la Literatura convertida en caballo de Troya. Una época no deja de ser una editorial de contenidos, incluso un conjunto de líneas editoriales, en suma; una estrategia para ganar la guerra del pensamiento y la voluntad de los lectores. Opinar sobre un libro es como hacerse un “selfie” escrito, una forma de ver la otredad a través del yo o viceversa, hasta convertir el lenguaje en el verdadero “Mare Nostrum”, que une o separa, según se lea.
En algunas ocasiones, cuando uno entra en una librería no sabe a ciencia cierta qué libro elegirá ni por qué, es la sombra alargada del azar quien nos sorprende con su capricho. Por eso es importante que todos los libros lleguen en igualdad de condiciones a las estanterías (“lectocracia” ilusa y utópica la mía), pero ya sabemos que hay otros intereses más prosaicos en el mercado y en la construcción del pensamiento oficial de una época, que hacen que no haya espacio material para todos, físico o intencionado, por lo que el padrinazgo de los intereses es quien decide siempre las presencias y las ausencias, con lo que ello conlleva de invisibilidad y censura para muchos autores y muchos libros. Como diría Álvaro Valverde: “Ahora nos toca a nosotros, los lectores, salvarlos o no del olvido”. Aquí está realmente el futuro y la justicia de la Literatura, en la voluntad de sus lectores, y en la honestidad de libreros y editores.
El orden de los libros que leemos y el momento en el que lo hacemos influye en nuestras percepciones y nos construye como uno u otro tipo de lectores, de pensadores y hasta de personas. El propio autor de este poemario afirma en Facebook, respecto a cómo elige sus lecturas: “Revelación que se convirtió en un lema de lector. Antes leer un libro que nadie esté leyendo ahora que cualquier novedad que ande en manos de muchos”. Éste es su retrato robot como ávido lector.
Escuchar a Emilio Lledó es como darse un baño de sales, siempre resulta reparador y reconfortante. “Hay una diferencia importante en el lenguaje. Efectivamente se habla siempre con esa palabra tan preciosa, tan llena de poesía, de lengua materna. La lengua materna es la lengua que nos acoge, es como una cuna en la que nacemos. Uno no ha nacido en una lengua por casualidad. Yo no elegí mi lengua materna, el castellano-el español, pero lo importante es la lengua matriz, la lengua que tú eres capaz de crear, la lengua que tú eres, esa lengua que los griegos decían – habla para que te conozca-. Es lo que yo hago con la herencia maravillosa de las palabras en las que he nacido” –dice en una entrevista para televisión. O: “Los seres humanos estamos atravesados, al mismo tiempo, por la flecha maravillosa del lenguaje de las palabras que por la flecha de los sentimientos.” – añade. Y eso es lo que hace el autor, José Ángel Cilleruelo, con sus “Pájaros extraviados”.
Carlos Alcorta dice en su blog (reseña también aparecida en El diario montañés del día 31-05-19): “Cilleruelo tiene perfectamente planificado su itinerario poético”; Pájaros extraviados “es un libro unitario, está dividido en tres secciones de catorce poemas cada una de ellas encabezadas por los poemas Nocturno 1, Nocturno 2 y Nocurno 3”; “La desubicación de una identidad disgregada, la ausencia de un lugar concreto en el que reconocerse, y la travesía existencial en la que esa identidad asume su propia disparidad son asuntos tratados con mucha frecuencia en la poesía de Cilleruelo”; “En el primero de estos nocturnos la noche concede…-la pérdida de las identidades-… con paradojas transformadas en versos”; “En el segundo nocturno encabeza una serie de poemas que tienen nombre y apellidos” y “El tercer nocturno da paso a unos poemas en los que la presencia del yo se hace más evidente”. Federico Abad afirma en Cuadernos del sur del Diario Córdoba que “la poesía de José Ángel Cilleruelo constituye una lectura inagotable”; “En los poemas centrales del poemario Cilleruelo realiza un tour de forcé…”. Jesús Aguado añade en “El ciervo nº 775”: “José Ángel Cilleruelo escucha lo que pocos pueden oír y lo escribe con humildad, desde dentro de eso que escucha, respetando su sonido propio. Y ve lo que se escapa a los demás porque la suya es una poética fundada en lo visible”. Jordi Doce manifiesta en “Nayagua 30” que en Pájaros extraviados “El instante se detiene y el poema bucea en él, ensanchándolo con su braceo. Es como si la escritura tomara el cabo suelto de un suceso, una percepción, un simple caer en la cuenta de algo, y tirara de él hasta desovillarlo”; “Así este libro, que es un semillero de aforismos reticentes y enigmas luminosos que no cabe leer fuera de contexto, pues el contexto lo es todo, un proceso en el que la vida y escritura se retroalimentan”. Y Fermín Herrero expone en la revista “Epicuro” que “la de José Ángel Cilleruelo es una de las trayectorias más solventes de la poesía española última”; su poemario “es, en suma, un libro de poemas serenos, reflexivos, que van de la contemplación a la meditación, muy sólido”.
Leonardo da Vinci dice que “la pintura es poesía muda; la poesía pintura ciega”. Este quizá sea uno de los vértices sobre el que se sustentan parte de las distintas líneas de fuerza que tiene el poemario “Pájaros extraviados” de José Ángel Cilleruelo. Y en cierta medida el poeta pinta la realidad con palabras, transforma el lenguaje en una paleta metáfora y establece una especie de sinestesia creativa y artística entre lenguaje y pintura “paspartú entre marco/ y dibujo” (66), como ejemplo podemos ver el poema Morandi (45), o música y lenguaje (como en los tres Nocturnos y sus adagios), sentidos e intuición o contemplación y pensamiento. El tiempo, los recuerdos y las vivencias son otros puntales del poemario: “Siempre se está yendo el tiempo” (52). Hay algo de desencanto y desengaño, de pérdida y derrota (“Lección de extravíos” -p.10). En el poemario hay momentos que irradian una mirada muy terrenal: “un pavimento irregular, de losas/ de barro…”, “Una alfombra de trazos…”, “recojo ramas… Piñas por el suelo”, “Que cae al suelo y tras un círculo/ en la hojarasca” (22). En otros momentos pareciera que quiere escapar de esa mirada a una percepción más platónica. Y aunque quiere escapar y elevarse, a veces la realidad no le deja: “El techo deja/ a la vista las vigas de madera/ y los ladrillos sin pintar” pg19, o “Una nube que jamás/ ha amenazado lluvia” (15), “Ha quedado en el sofá/ una manta y un libro abierto bocabajo” (19). Las palabras se tornan en una cosmovisión íntima, que se hacen por elevación una experiencia sublimada. La identidad del autor no está en un lugar concreto, he ahí la prestidigitación de su poética, donde Cilleruelo se reconoce es en el lenguaje y en su reino de luces y sombras, del que está siempre aprendiendo. Las palabras son su verdadera residencia, el lugar que lo acoge sin reservas, más allá del tiempo y del espacio, de la pertenencia y la fuga, del cuerpo y el espíritu.
El título “Pájaros extraviados” suena a una metáfora que se pierde para encontrarse en la dinámica del vuelo, en la estética del aire. “Se equivocó el alumno,/ quería ir al sur,/ pero el camino siempre mira al norte” –dice en la página 10. O: “Frente al calor/ de realidades que no existen/ más allá de su inexistencia” –en la página 18. El poeta quiere reencontrarse consigo mismo y con sus huellas, quizá porque se siente perdido y busca refugio en nosotros, sus lectores, que, al fin y al cabo, somos sus raíces y sus hojas, a la vez.
Comienza con una cita de Novalis: “Puedo ofrecer el cielo oculto en un poema,/ pero nadie rezará nunca por mí.” Con ella nos advierte del camino oculto de salvación “sin mapa” que nos espera, un camino de salvación excepto para el poeta y su soledad, y que lo impregna todo con un sutil matiz místico, casi de oración panteísta. Su primer poema se titula “Nocturno (1)”. José Ángel Cilleruelo, “El Grafómano caminante” (20), que se hace río en los ojos de sus lectores, en este poemario es un poeta senderista cuya mirada se vuelve “la lámpara (que) ilumina/ las páginas del libro, el resto queda/ en penumbra” (26), y cuya poesía se vuelve espejo: “No me muestra lo que estoy viendo/ sino aquello que soy” – dice en la página 64. Como cuando leemos.
Podríamos pensar que el poemario es un barco laberinto y que cada poema es un camarote o una cubierta de esa embarcación, y que, nosotros, los lectores, somos sus marineros, que levan anclas y arrían las velas a su antojo. Pero “Pájaros extraviados” tiene mucho de naufragio: “la perdida de las identidades,/ la abolición de líneas” –nos dice en la página 9, como “El verso que se busca a sí/ mismo donde no está” (12), y que parece premonitorio de lo que nos está sucediendo a todos en este comienzo de siglo y de milenio, especialmente aquí. No es un naufragio cualquiera, es un naufragio del ser del poeta que se derrama en el mundo que le rodea, en la cotidianeidad que le impregnan sus paseos físicos y mentales: “Los gorriones de copa en copa, vuelan/ sobre el curso del río./ La luz llega a su casa…” 17).
La verdadera intención del autor es detener el tiempo, atrapar el instante para alargar la conciencia y saborear la fugacidad de la vida. “Dicen que así/ los instantes no huyen/ como aguas de un rápido./ Tal vez por eso escriba” –nos confiesa en la página 13. Desde la ventana de su habitación, una mirada fotógrafa nos sorprende en poemas como “Díptico de la sala de escritura” (15), donde los versos parecen fotogramas de una realidad caprichosamente fragmentada, que se vuelve un todo con sentido cuando el poeta engarza las partes del puzle en el poema-en el libro. No nos equivocaríamos si pensáramos que José Ángel Cilleruelo, cuando escribe un poema, lo que hace es tomar conciencia, porque ese “Es el instante que abr(e) la puerta” de su ser para compartir con nosotros y consigo mismo la sabiduría de la existencia, porque cuando lo leemos “Salir es también entrar” (17). Eso son sus poemas, la antítesis de una travesía de agujero de gusano, puertas de ida y vuelta. José Ángel Cilleruelo es uno de esos poetas caminantes que hacen del paseo una forma de poética, o al menos, una vía de inspiración que consagra su voz lírica en una sutil inmolación. “Camino por el bosque. Eso lo sé./ Me guían las palabras” –manifiesta en la página 18.
La escritura, la literatura es un tema recurrente en sus poemas, hay un poso metaliterario que envuelven sus versos como si fuera un papel de regalo. Y en esa intertextualidad revolotea desde la paloma equivocada de Alberti hasta Virgilio, Hércules, Ovidio, Manrique, Hölderlin, Monet, Emily Dickinson, Bergson, Machado, Morandi, María Gabriela Llansol, José María Fonollosa, María Zambrano… A todos les une una luz íntima, una mirada que se vierte al interior, un mapa de nombres que d-escriben al poeta, que lo configuran y guían por el viaje de su intelecto y su experiencia erudita hasta confluir en la palabra como cauce de todos los ríos. Los sentidos son el andamiaje que sujetan la poética del libro, fundamentalmente la vista y el oído, pero también el olfato y el tacto. Tiempo y espacio van por el poemario en un duelo permanente, intentando atrapar las mariposas y el movimiento menudo del instante, como si todo fuera “un tránsito interior” milimétricamente calculado por el asombro y la sorpresa.
Los ojos del poeta (en su écfrasis de “Nocturnos”) se realizan/se completan “en el cuadro que la mirada elige/ para pensar” (30). “La luz conserva, sin embargo,/ la noticia de lo que ha iluminado/ en un lenguaje indescifrable” (32). Un poemario que nos anima a mirar de otro modo, “a mirar lo que no se muestra,/ pero estoy viendo” –alumbra en la página 62. Ya que eso hace la lectura, que es otra forma de paseo: “No me muestra lo que estoy viendo,/ sino aquello que soy” –dice en la página 64. Y lo que pretende a través de su mirada es encontrar su identidad, que nace del lenguaje, pero va más allá del lenguaje para refugiarse en los sentimientos.
¿Qué late en el poemario? ¿Cuál es su fuerza motriz, la materia que lo une, su pegamento? La incertidumbre, una conciencia del instante seguro como antídoto contra el futuro incierto, y la luz (su presencia o su ausencia y todos los matices intermedios). Pero esa luz que fusiona de una forma transversal todo el poemario hay que entenderla como una forma de amor, un amor que define su esencia y brota de una contemplación en dos direcciones, una hacia fuera y otra hacia dentro, hacia lo alto y hacia lo bajo, y que suceden al unísono. Lo podemos comprobar en los poemas “Barroco”, “Manet”. También en los versos: “bajo un sol de verano. Solo falta la luz” (37). “La luz conserva, sin embargo, la noticia de lo que ha iluminado/ en un lenguaje indescifrable” (32), “Algunas ráfagas/ de aire oscuro” (34). Porque con sus palabras (que son luciérnagas de luces y sombras) eso es lo que realmente busca, su identidad, una identidad redentora: “Proporciona la identidad/ a las sombras/ y el sentido del reflejo” –canta en la página 32. Qué es la realidad para el poeta sino un conjunto de palabras-luz “que vuelan nada más/ pronunciarlas…” –revela en la página 34. Eso es José Ángel Cilleruelo, un pintor de palabras y de atmósferas significantes, de matices que proporcionan los sentidos para transcender la significación de los conceptos a través de una estética que se hace identidad étnica de sí mismo. La luz que busca su identidad plena. “En los cuadros nocturnos los pintores/ sustituyen la luz por luces” (30), “El sol/ contempla distraído” pg 28, “la habitación a oscuras… resplandor de la luna” (27), “a la luz de una vela”, “la lámpara ilumina/ las páginas de un libro, el resto queda en penumbra” (26), “el mechero enciende/ una hoguera” (18), “se ha desvestido la luz”, “la luz llega a su casa”, “Entra por la ventana y deja/ la noche/ sus pertenencias en la cómoda:/ oscuridad, destellos, el silencio.” (9), “En la pared las sombras/ bailan” (39), “Evoca, vuela, dice. Una luz visionaria” (40), “La lámpara y su esfuerzo/ por añadir matices/ a la penumbra” (42) (quizá late ahí el viejo mito de la caverna), “Mira la luz y ve los signos” (46), “Hay épocas en que la luz/ solo anhela las transparencias” (62), “Lo dibuja la luz con pulso firme” (64)…
¿Y qué es lo que ocurre en la vida del autor que la hace distinta? “ocurren las palabras” –canta en la página 42. Cuando lees “Pájaros extraviados” descubres que el rango o índice de esfuerzo percibido (RPE) en la lírica es directamente proporcional a la lengua “motriz” que nos define a cada uno, en este caso, especialmente a José Ángel Cilleruelo, que quiere asir la realidad con sus palabras y así poder ser huella en movimiento. Porque sus palabras “Son palomas/ y también son metáforas” (47), “su hablar. La voz./ Mejor, su exacto decir/…/ la música que acoge el tiempo,/ esa canción.” (58). Pero no de cualquier manera, “Las palabras, actrices en escena/ interpretan y cantan…” (26). Y es que José Ángel Cilleruelo, “como Hércules” juega “a mover el mundo” con sus palabras, a través de su lengua matriz como señal de identidad y de pertenencia, al menos el mundo de sus percepciones, que, por un momento, lo que dura la lectura de “Pájaros extraviados”, es también el nuestro.
Custodio Tejada
Octubre 2020
http://custodiotejada.blogspot.com/