Almacén de series y textos | El visir de abisinia | José Ángel Cilleruelo
Federico Abad lee «De la mano» en Letras 21
POESÍA
Territorio independiente | Sobre De la mano, de José Ángel Cilleruelo
LETRAS 21
15 DE DICIEMBRE DE 2023, 9:54
Poesía | FEDERICO ABAD
La poesía de Cilleruelo es esencialmente situacional, si bien encierra la paradoja de ser al mismo tiempo profundamente argumental. Donde otros poetas mayores o menores se detienen en la mera contemplación de la escena, nuestro autor barcelonés la narra de forma sucinta y al mismo tiempo –nueva paradoja– de manera exhaustiva. Es un arte de difícil consecución para el que se sirve de dos recursos: la prosopopeya y una elipsis del grueso del contexto en favor del detalle que le otorga significación. Para su feliz logro explota al máximo la síntesis del discurso mediante el empleo del asíndeton.
He comenzado mencionando las principales figuras retóricas que hallamos en el equipaje literario de Cilleruelo, cuyo versolibrismo se sitúa en las antípodas de la arbitrariedad del poeta inspirado. Su blog El visir de Abisinia pronto cumplirá dieciséis años, y todas sus entradas, a razón de siete o catorce mensuales, son de cien palabras. Hay en él, por tanto, una voluntad de formalizar el rigor de la estructura, y en esta nueva entrega todos los poemas son de catorce versos, variaciones del soneto en diversas combinaciones estróficas que van desde el verso-estrofa al poema-estrofa, transitando por estrofas de dos hasta trece versos. Pero es más: el volumen, que reúne sesenta poemas, se divide en tres partes, de las cuales la tercera comprende treinta, la mitad, veinte la primera y diez la segunda, con lo cual estas dos suman la otra mitad.
Si estuviéramos hablando de un compositor, cabría decir que la forma musical predilecta de Cilleruelo para su obra poética es la de las variaciones. No en vano, el autor viene concibiendo sus títulos a modo de catálogos en torno al tema elegido para dichas variaciones. Este es, por ejemplo, el lugar en Almacén (2014), o el sujeto en Lunáticos (2017) y en El ausente (2021), todos ellos escritos en prosa poética de distinta formulación. Cada poema de Pájaros extraviados (2019) interpreta una imagen distinta de la naturaleza, y cada uno de los del libro que ahora nos ocupa lo hace sobre las manos, una extremidad de poderosa carga simbólica, por lo que la elección no podría haber sido más acertada.
En el primer capítulo, los veinte poemas aparecen titulados con conceptos abstractos. Así, La presencia hace referencia al brazo ausente de una víctima de la talidomida, El orden a las manos de los músicos antes de iniciarse el concierto, y La mitología a las de una joven lectora que huye del café ante el abordaje de un ejecutivo ligón. En el segundo capítulo, bajo el título general de Azul de azules se presentan diez postales sin título que interpretan la desolación causada al yo poético por el paso del tiempo, y que alcanzan el punto álgido de su crudeza en los versos «Cada día quien mira / solo palpa con los ojos cerrados / las cicatrices de un boxeador».
De la mano es el nombre que reúne los treinta poemas del último capítulo, los cuales, al contrario de los del primero, aparecen titulados en su mayoría con nombres concretos. Si el punto de vista del segundo capítulo era el del yo y el primero el del ellos, el tercero es el del nosotros. El poeta expresa la experiencia de observar un universo vivo de la mano de su pareja. Este ciclo deviene así en la celebración del amor sosegado, con versos felices como cuando en Ráfagas, al referirse a la ropa tendida, dice «A mí me gusta que le guste al viento / moverse con tus ropas puestas», o los de El silencio, donde la visión de un gorrión que picotea en una calle acaba así: «Pero en el pensamiento se quedó / instalado el gorrión. Te lo conté. / Hablar yo solo es siempre hablar contigo», o incluso los de Desplazamientos, en los que se describen los susurros de la feliz pareja en el autobús: «Lo que me cuentas nos sitúa / fuera de cuanto ocurre. Narración / paralela. Que nace desde dentro. / Te susurro al oído. Y me sonríes.»
La fuerte presencia de la naturaleza en este capítulo denota, a mi entender, cierta vinculación con el bucolismo de Pájaros extraviados. Al mismo tiempo, y por cerrar el círculo abierto al principio sobre retórica, no podemos pasar por alto el extraordinario empleo que hace Cilleruelo del encabalgamiento en esta nueva entrega de su poesía, lo que le otorga una admirable riqueza rítmica al verso. Estamos ante un poeta cuya larga trayectoria se ha caracterizado siempre por la independencia de su voz y por el interés en explorar palmo a palmo sus territorios literarios. Ojalá las nuevas generaciones sean capaces de acogerse a su magisterio.
‘De la mano’. Autor: José Ángel Cilleruelo. Editorial: Prensas de la Universidad de Zaragoza. Zaragoza, 2023
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«Metáfora y vida en el cuenco de la mano» | Gema Borrachero
De la mano. José Ángel Cilleruelo. Colección la Gruta de las Palabras. Prensa de la Universidad de Zaragoza. Zaragoza, 2023. 88 pp.
Vuelve al verso en su último
libro J. Ángel Cilleruelo (Barcelona, 1960). Tras El ausente. Cien
autorretratos (Trea, Gijón, 2021) y Dedos de leñador. (Días de
2019), publicado por Polibea en 2021, la exquisita colección La gruta de
las palabras (dirigida con mimo por Fernando Sanmartín) acoge el cuarto libro
del autor: ‘De la mano’.
La
materia, el tiempo y el amor trenzan este último título. Estos tres nombres
podrían servir de avanzadilla para presentar las tres partes que lo componen:
“Manos”, “Azul de azules” y “De la mano”, con veinte, diez y treinta
composiciones respectivamente. Esta última parte da título al volumen,
resaltado en blanco sobre la cubierta anaranjada junto a la sutil ilustración
(que recuerda a las líneas de la palma de la mano) de Jesús Cisneros.
En la
primera parte las protagonistas son ellas, las manos. Sus gestos articulan la
indagación del texto sobre algunas constantes en la poesía del autor: el paso
del tiempo, la ausencia como marca presente de lo vivido, la incertidumbre, la
armonía, la creación, entre otras. Las manos materializan nuestras acciones,
sus gestos hablan de la actitud con que las realizamos e incluso de aquello que
no queremos que se perciba. En este sentido, los títulos de los poemas son
significativos: nombres todos, la mayoría abstractos («La presencia», «La
ausencia», «La experiencia», «La Filosofía», etc.), receptores de la idea o
reflexión oculta en la gestualidad percibida o descrita. El poema titulado «La
materia» contiene los versos que podrían ejercer de poética de esta sección:
«son los objetos quienes se sujetan/a la mano con sus capacidades/cuando la
mano los sostiene./ Por miedo a no existir». Así también las ideas se sujetan a
la escritura para que el pensamiento pueda darles cuerpo y retenerlas.
Trascendencia invisible de las manos si no es por unos versos que atraparon su
movimiento y su quehacer. «Manos» se convierte en ejercicio metonímico del
hombre que siente, piensa y escribe sin que esos tres verbos puedan
secuenciarse, fundidos como están en la metáfora y en la vida del poeta.
En los
diez textos de la segunda parte («Azul de azules») la luz es el motivo
principal. Con ella, también, las sombras, la oscuridad, los matices de color
que va imprimiendo el paso del tiempo en la mirada, a menudo nostálgica, alguna
vez sombría. El poema 4 condensa todos estos significados a través del símbolo
de la llama como combustión del tiempo: arde la vida y la memoria en luz, deja
un rastro de humo cuyo testigo recoge el poeta al escribir («humo cuyo tizne/
parece emparentado con la tinta»). Hueco, sombra, espejismo, carcoma, abandono,
oscuridad, arrumbamiento… nombres que van transcurriendo en las páginas hasta
amansarse y suavizar lo que asusta o desorienta: lo insondable.
El poeta
acude al río para entender su propio devenir, actualizando esta clásica imagen
del fluir del tiempo y sus sedimentos. José Ángel Cilleruelo se detiene en los
cauces secos que, cual arrugas, hablan de la corriente de lo vivido. Sobre esa
tierra horadada hablan las cicatrices del tiempo en la piel del campo,
fluyen los pensamientos del escritor colmando su cauce. Corriente y pensamiento
se mimetizan para ocupar el vacío y llenarlo de sentido.
Son
numerosas las personificaciones en esta sección: la madrugada pinta, la luz
desorienta, la noche tiene mal aliento… La conciencia del tiempo vivifica el
entorno, al tiempo que lo descubre huyendo y persistiendo en los huecos que
deja esa huida.
No por
azar la tercera parte (“De la mano”) da título al libro. Se trata de un
diccionario amoroso, de una colección de estampas cómplices, de un tratado
sobre la intimidad, donde, además, comparecen la reflexión sobre el paso del
tiempo, la personificación del entorno natural y urbano en diálogo e
interacción con la pareja, y la materialidad del cuerpo (en especial las manos)
como caligrafía del código secreto que establecen los amantes.
Los
poemas de esta sección están estrechamente unidos a muchas frases de Becqueriana (Isla
de Siltolá, 2015). Allí leemos «El carmín que me habla en la servilleta donde
dejas un beso construye un lugar». Y aquí, «Lo que dices le cambia el tacto/a
la áspera, dura, hermética/ realidad»; allí, «Contigo aprendo a enseñarte mi
alma», y aquí, «Hablar yo solo es siempre hablar contigo»; allí, «La espera es
la víspera de la celebración. Es presentimiento. Es vecindad de la plenitud», y
aquí leemos el poema «Plenitud»: «Nuestra presencia llena el mundo[…]/ Todo
brilla perfecto ahora./ Lo que al llegar estaba tan vacío». Los elementos
comunes entre ambos libros, de especial querencia para el escritor, son
numerosos: la música, los pájaros, las inflexiones de la luz sobre el paisaje,
el río, las flores…
De la
mano es
la partitura, la síntesis de la poesía amorosa de JAC. En ella se condensa con
matices precisos (y preciosos) el abecedario secreto de gestos, miradas y
susurros inherentes a la relación amorosa. Y así, de la mano, como parejas
enamoradas, van muchos de los versos de esta tercera parte. Unas veces ligados
por el paralelismo (como en «Sentimiento», «Noctívago» o «Nidos»), otras veces
engastados en el pronombre nosotros («Otoño», «Relato», «Las prendas»,
«Mixtura»), o en el tú y yo («Caligrafía», «Desplazamientos»).
La
complicidad conquista cada resquicio del mundo, gana parcelas al vacío y
escribe páginas en la memoria de los amantes. Un parque, un café, el autobús,
los recados, un día de nieve o lluvia, cuanto ocurre es
reseñable a la luz de la constancia en el amor.
La
plenitud vital de estos poemas tiene su eco en la naturalidad y sencillez del
lenguaje, más descriptivo, de pinceladas ligeras y hasta juguetonas; también contagia
viveza a las personificaciones: el viento se viste, el invierno abre la maleta,
los árboles se desmelenan al bailar…Y, cómo no, estalla en el brillo de esos
hallazgos breves tan frecuentes en la poesía de José Ángel Cilleruelo, que nos
abren los ojos de par en par.
Crítica de 'De la mano', de Miguel Ángel Ordovás en El Periódico de Aragón
Zaragoza | 22·11·23
Al titular 'De la mano' este poemario que han publicado las Prensas de la Universidad de Zaragoza, José Ángel Cilleruelo crea una anfibología que ya anuncia el doble contenido que va a encontrar el lector de los versos que le ofrece: por un lado ese título puede leerse como el de un tratado sobre la mano (quizá entonces podría denominarse un manual), mientras que por otro evoca el gesto a menudo afectuoso de ir de la mano dos personas. Son precisamente estas dos alternativas las que plantea el poeta al dividir su libro en tres partes, de las que la primera y la tercera exploran cada uno de los significados, mientras que la central actúa como interludio, sin abandonar nunca del todo el tema central.
Así, en la primera parte, titulada sencillamente 'Manos', quedarían los poemas que muestran manos en acción (así se titula el primer poema, 'La acción'), en lo que podrían denominarse planos de detalle que al captar movimientos cotidianos provocan la reflexión poética del autor, para quien las manos son "dos hermanas que solo rezan juntas". En la tercera parte, que comparte título con el libro, ese movimiento de tomar de la mano se convierte en la puerta de entrada para la expresión del gesto amoroso, que puede encontrarse tanto en el paseo de una tarde de verano como en los nidos construidos “allí donde los pájaros se aman”.
En un libro que tiene a las manos como protagonistas el componente
sensorial no puede ser menor. Pero no es solamente el tacto el sentido que da relieve a
los versos de José Ángel Cilleruelo, quien recurre frecuentemente a
percepciones visuales para construir atmósferas y escenarios donde sitúa los
poemas, que en muchos casos pueden leerse como instantáneas tomadas por un
fotógrafo veloz. El autor desarrolla esos momentos con un fluir poético que recurre
a menudo a los encabalgamientos, dibujando un camino sinuoso de imágenes e
ideas que no obstante suele alcanzar en los versos finales un cierre coherente
y necesario, como un razonamiento.
Nota de José Manuel Benítez Ariza en Facebook sobre «Azada de jardín»
Quizá el asunto central de este diario de José Ángel Cilleruelo sea la conciencia de vivir en un presente en el que sutil pero insidiosamente han cambiado las reglas del juego. Ello se puede demostrar a partir de los datos que proporcionan las ciencias sociales, pero también, como es el caso, a partir de la atenta observación de la cotidianidad y el uso de la analogía como asidero para la imaginación que se esfuerza por comprender. Leyéndolo, me parecía estar oyendo a su autor.
Facebook, 18 de octubre de 2023
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