LEYENDO VENTANA CIEGA, DE J. A. CILLERUELO
Una ventana ciega es una ventana que ha perdido su función. Que haya perdido su función no significa que haya perdido toda función. Porque al haber perdido la transparencia ya no muestra el exterior desde el interior sino que adquiere la cualidad de pantalla en la que proyectar lo que vemos sin ver, lo que imaginamos, lo que un día vimos o veremos; y a aquellas otras, Emily, Rosalía o Edith en quienes José Ángel Cilleruelo, tras conversar largo con ellas, al fin se encuentra, como en el agua, en las nubes o en el cielo. Una ventana ciega también es, claro, la poesía. Porque cuando leo «Se inclina hacia el caño de la fuente y bebe. Luego se incorpora y se seca los labios con un pañuelo. Es cuanto sé de él». lo verdaderamente importante y trascendente es que yo, como la que lo escribe y como el propio José Ángel, ya amo a ese desconocido en ese preciso instante en que se moja los labios. Ventana ciega es un libro lleno de fluidez, de cosas que discurren o aletean, pero no hay prisa sino mucha quietud también; está lleno habitaciones y lleno de campo. Ventana ciega es un libro de aforismos silvestres o asilvestrados que, como las fresas, son los mejores.
Eva Muñoz
12 de mayo, 2024