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Las razones de la existencia de lo que no existe emanan de la propia experiencia del tiempo y de la condena a la inexistencia, antes o después, de cuanto ha existido. A partir de esta evidencia es posible distinguir algunas pautas extrañas con las que el pensamiento ordena la realidad de un modo diferente a como había acontecido. La primera es la intrincada frontera, en cualquier hecho pasado, entre lo que ocurrió y lo que nunca pasó de tal modo. En consecuencia, la proyección hacia el presente de lo que ha existido se mezcla con lo que no tuvo existencia.
2
Cuanto ha ocurrido se conserva atravesado por una lacerante contradicción, difícil de desentrañar. Por una parte, cualquier suceso, feliz o adverso, por el hecho de haber existido ya puede repetirse en otro presente. Pero al mismo tiempo se ve sometido a una estricta ley que impide de modo absoluto su repetición. Así, en el caso de una guerra, los errores que desembocaron en el conflicto amenazan con reiterarse, pero los muertos nunca serán los mismos que en las contiendas anteriores. Para el caso de un hecho cuya repetición se desee, la vivencia será diferente a la recordada. Incluso, quizá, opuesta.
3
Una de las virtudes de lo inexistente es la ausencia de contradicción en su esencia. El no haber acontecido nunca le libra de la imposible posibilidad de una repetición. Puede ser convocada innumerable ocasiones, y siempre se vivirá de la misma forma y siempre parecerá diferente. Al no ocurrir, permanece inalterada como potencia. Tampoco le afectan los olvidos, ni las recreaciones, ni las dudas que contraen o extienden todo aquello que tuvo realidad. Por no haber existido mantienen vírgenes sus opciones de duración. Sus cualidades simbólicas, a diferencia de lo que perece, exhiben ingenuas su firme candidatura a lo eterno.
4
Lo existente naufraga continuamente en el sinsentido que lo sustenta. La condena a la desaparición impide que fructifique una idea sobre lo que acontece. Resulta demasiado frágil, por su entrega al tiempo, ante cualquier propósito. La inexistencia, sin embargo, proporciona un orden y un significado a lo que existe. Un fin, si es eso lo que se persigue; una razón, si se necesitan razones; una trascendencia, en suma, que anule la deflagración constante de lo que acontece. Las nociones sobre lo que existe se construyen encima de inexistencias capaces de dotar de sólido sentido a lo que no lo tiene.
5
Los animales que no existen heredan de los que existen todas sus carencias simbólicas. Son sus insuficiencias las que conforman el atractivo de su morfología. Su animalidad olvidada cifra el mensaje inteligente que nunca ha creado la naturaleza. Su zoología traza el camino del abandono hacia los campos de la religión y de la filosofía. Son los animales que no existen indemnes a la evolución y al maltrato. Brillan en el cielo de la tarde desde lo alto de los obeliscos. Iluminan la mirada de quienes malviven insatisfechos por las carencias. Rubrican un sueño que, de existir, perdería su magia.