First Sonata for flute and piano


Allegro poco moderato
Saca a bailar, y sin contemplaciones, a las sábanas de la colada, al flequillo de los toldos recogidos y a las flores que tratan de dar dignidad a las macetas donde las han plantado. El viento zarandea la realidad a su gusto. Su temblor divierte a las copas de los plátanos. Sus hojas lo aprovechan para huir muy lejos, imitando la lección aprendida de las aves durante un verano entero de atento examen y estudio. La ventolera ama, sobre todo, las faldas de las transeúntes. En su agitación certera e irreverente descubre el flautista el perverso secreto de su instrumento.

Adagio
En la playa reluce el lomo de las olas tenuemente iluminado por la luna y unas chispas de fuego que suben y bajan allí donde haya un marinero que fume. La oscuridad respira como un dios que todo lo acoge. Al relente no le asustan los abrigos y enfría hasta las palabras, que al salir se cubren con un halo blanco. La noche, en su aventura solitaria de desdibujar las líneas de la costa, se despliega con convicción. El oleaje interpreta su partitura dodecafónica ante quien, atento a todo y a nada, a veces se detiene y sueña un nombre.

Allegro Moderato
Una algarabía de pájaros trenza la sombra de la tarde en la arboleda. El torrente va a lo suyo, sin miramientos. Los chiquillos le lanzan piedras, él ni se inmuta. Le esperan en alguna parte. Tal vez le requieran para un gran proyecto. Las mariposas aprenden a volar en cada desplazamiento. Dan ganas de darles lecciones. Señalar al impecable vencejo y mostrárselo. Los mayores juegan a las cartas. De la atención que ponen se diría que se están intercambiando aquellas que recibieron de jóvenes, cuando festejaban. El músico escribe en su cuaderno de pentagramas. Traduce. Donde escucha pájaros, anota fa.


[Noviembre, 2012]