Amauante
—¿Es este el camino a Emaús?
—Si no llevara una venda lo vería por sí mismo.
—Mi caballo ve las vueltas del camino y las piedras que lo
entorpecen, ¿sigo la buena dirección?
—¿Ha sufrido algún daño? ¿Le molesta el aire, el polvo, el
sol?
—Por aquí, ¿llegaré a Emaús? Solo esto quiero saber.
—¿Alguien se los ha vendado, cierto? Puedo ayudarle a
desatar el lazo. Tengo un cuchillo.
—Un cuchillo no. Mi caballo ve. Se asustaría. Mi caballo son
mis ojos.
—Se equivoca.
—¿No es este el camino a Emaús?
—Con sus ojos lo vería.
—¿Emaús?
—Vendados, ¿por qué?
Emmaus
Se detiene en el arcén de la carretera a Emaús. Los camiones
lo zarandean al pasar. Su estruendo ensordece durante ese instante la voz
saltarina del locutor en la radio. El motor crepita bajo sus pies. Apenas
fugaces manchas de color, los coches atraviesan frente al cristal parabrisas en
una y otra dirección. Es todo lo que siente. Las manos reposan, una en el
volante y otra en el cambio de marchas, como si hubiera decidido ya arrancar.
Pero sigue detenido en el arcén de la carretera a Emaús, con los intermitentes
de emergencia encendidos, sin saber cómo continuar, resucitar.
عِمواس Imwas
Unas lonas mal atadas y una alfombra sucia. La arena del
último vendaval amontonada aún en los rincones. El metal de la tetera
ennegrecido, abollado, sobre un mustio fuego. La musiquilla de una radio en
complicidad con el ralentí de un tráiler de la ruta de Imwas detenido en un
descampado próximo. La luz inválida que un grupo electrógeno nutre. Dos
camioneros somnolientos sobre los almohadones deshilados dibujan, con su charla,
gestos de inocencia en la sonrisa de la mujer a la que luego harán el amor. El
dorado intenso del atardecer, siempre en busca de compañía, embellece sus
rostros.
Ἐμμαούς
Cerca de Emaús se cruzó la caravana de una joven viuda que
abandonaba la ciudad con el carro de un funcionario que regresaba a Jerusalén
tras años en la remota provincia. Como sendos palafreneros se conocían, se
detuvieron a saludarse. Dama y caballero sintieron una incómoda inquietud al
cruzar sus miradas. Nada sabían uno del otro, y sin embargo sintieron que sus
soledades quedaban al desnudo. Mientras los empleados seguían preguntándose por
todos sus parientes, el varón inclinó la cabeza y la señora sonrió, gentil. No
hubo más, nada que explicara el desasosiego que el encuentro despertaría
siempre en ambos.
חמת Hammat
De casa sale orgulloso de sus pantalones gris franela y de
su camisa negro azulado. Camina despacio para que el polvo de las calles y el
barro del sendero hasta la feria dejen la ropa indemne. Con precaución, pica en
algunos platos, inclinando siempre el cuerpo hacia delante para evitar el
goteo. Después de recorridos los puestos, sigue en sentido inverso entre grupos
que ríen, otros cantan. La celebración brilla en los rostros, el suyo
ensombrece. Abandona la fiesta por el atajo a Hammat. Si en este momento
llegara la muerte, así. Preferiría la vida. Y se da la vuelta.
Primavera templada
Como el perro que ante el grito del amo hunde su cabeza en
el suelo y alza la mirada desconcertado, enmudece ante la joven que le pregunta
si aquella es la ruta a Emaús y si el asiento contiguo está libre. Ismael había
creído siempre que el amor ha sido escrito de antemano en cada corazón y son
los ojos quienes lo leen. De repente, los suyos entendían palabras hasta ahora
incomprensibles. Como es la primera vez que ve a aquel tipo, Amina no sabe cómo
interpretar vacilaciones y gestos, y prefiere seguir pasillo adelante en busca
de otro asiento.
7
Y en el bolsillo arena, piedras
menudas, sin valor, estiércol
seco, matas de hierba, plásticos
viejos y la memoria estéril
de los suyos. Y en el bolsillo
muy arrugado un papel, luces
escritas con grafía extraña,
unas cuentas quizá, una carta
que nadie sabe ya leer
o un simple instante de silencio.
Y en el bolsillo poco más
—arena, piedras, matas, plásticos—,
un papel, un silencio apenas.
Ninguna hora en el bolsillo,
en tantas que llamó, tenaz,
para que no viniera nunca,
en otras que olvidó sus sombras.
Ninguna noche, ni la víspera
de la noche, del ángel ido.
de la noche, del ángel ido.
[Enero, 2011]